Agnes Grey, de Anne Brontë

Artículo elaborado por Eleonor Nolan,
31 de Julio, 2022.

The Reading, por Henri Fantin-Latour. Recuperado de https://www.wikiart.org/en/henri-fantin-latour/not-identified-2
The Reading, por Henri Fantin-Latour. Recuperado de https://www.wikiart.org/en/henri-fantin-latour/not-identified-2

Sinopsis:

Fruto del matrimonio entre Richard Grey, clérigo de una humilde parroquia en el Norte de Inglaterra, y una mujer de clase pudiente, nacieron seis hijos de los cuales sólo dos sobrevivieron a las enfermedades de la infancia; Mary, la mayor de ellos, y Agnes, la protagonista de la historia. A pesar de la fortuna de la que gozaban sus parientes por parte de línea materna, las dos niñas se vieron privadas de la misma desde temprana edad. Resultaba ser que la Sra. Grey había sido desheredada años atrás con motivo de la celebración de su boda. La familia de la entonces prometida, consideró el futuro enlace como una deshonra, y castigó a la muchacha despojándola de los lujos y comodidades a los cuales se había acostumbrado desde pequeña. Sin embargo, para sorpresa de su padre y de todos aquellos que la conocían, la flamante novia aceptó esa determinación sin queja alguna.

Mary y Agnes, crecieron rebosantes de felicidad. Los modestos ingresos del Sr. Grey fueron suficientes para evitar que pasaran vicisitudes, aunque no así para que llevasen una vida holgada. No fue sino hasta que Mary se convirtió en una señorita, y Agnes entró en la pubertad, cuando debieron hacer uso de su ingenio para hacer frente a las deudas que el clérigo había contraído tras invertir su capital en un negocio mercantil que trajo consigo la ruina financiera de la familia. La Sra. Grey se hizo cargo de la casa despidiendo sirvientes, vendiendo carruaje y caballos, y remendando sus ropas una y otra vez al no poder comprar vestidos nuevos. Mary, por su parte, comenzó a vender sus acuarelas, pues poseía gran talento para la pintura. En cuanto a Agnes, al cumplir diecinueve años de edad, se obstinó en ser institutriz a pesar de las protestas, los comentarios jocosos y las observaciones de padre, madre y hermana. Al ser la menor de la familia, siempre había sido tratada con demasiada indulgencia y considerada, por unos y otros, incapaz de desempeñar cualquier tipo de labor. Empero, con perseverancia, Agnes logró vencer los reparos de sus seres queridos, y obtuvo una colocación en Wellwood House como maestra de los hijos del matrimonio Bloomfield.

Agnes permaneció en dicha casa de campo por no más de doce meses. Al cabo de este período regresó a la Rectoría; es decir, a su residencia familiar. Aunque había logrado ahorrar algunas libras, se sentía humillada por el trato del Sr. y la Sra. Bloomfield, y desilusionada por sus escasos progresos en la ardua tarea de educar a los niños. Aún así, pasado un tiempo prudencial, Agnes intentó conseguir otra colocación. Para ello publicó un anuncio en el periódico local detallando sus habilidades y conocimientos sobre diversas materias. La Sra. Murray, dueña de Horton Lodge, mansión situada a unas cincuenta millas de distancia, respondería a dicho aviso. Tras un breve intercambio epistolar entre las dos mujeres, Agnes sería contratada como institutriz y se instalaría en la espléndida estancia de los Murray. Pasaría tres años en Horton Lodge; el último de los cuales cambiaría el destino de su vida.

Personajes

Familia Bloomfield

▪ Sra. Bloomfield:

Era una mujer sumamente fría en su trato, ya fuese que tuviese que dirigirse a los criados, a su marido o a sus propios hijos, con excepción del primogénito con quién se comportaba como una madre afectuosa y complaciente. Por otro lado, poco le importaba las actitudes dañinas de sus semejantes, o los modales toscos y vulgares de éstos si no la perjudicaban en forma directa menoscabando su reputación.

Sr. Bloomfield:

Era un hombre de carácter áspero e irritable. Entre algunas de las tantas cosas que lo sacaban de sus casillas se encontraban la falta de puntualidad; la absoluta carencia de pulcritud en sus hijos; el desorden y la suciedad en las habitaciones y salones de la casa; y los constantes descuidos de los criados a la hora de preparar los platos sin tener en consideración sus pretensiosos gustos culinarios. Tenía además la peculiaridad de entregarse al placer de beber ginebra a diario y en exceso, lo cual volvía su temperamento aún más irascible.

¿Cuál es el problema con el cordero, querido? —preguntó su esposa.
—Está muy pasado. ¿No percibes, señora Bloomfield, que todo lo bueno ha sido arruinado por el fuego? ¿Y no puedes ver qué toda esa linda salsa roja está completamente seca?
—Bueno, creo que la carne te gustará.
Pusieron la carne vacuna delante de él y empezó a cortarla, pero con las más tristes expresiones de descontento.
—¿Qué pasa con la carne vacuna, señor Bloomfield? Estoy segura de que me pareció muy buena.
—Y claro que estaba muy buena. Un pedazo mejor no podría haber, pero está bastante arruinada —replicó él dolido.
—¿Pero por qué?
—¡Por qué! Pero, ¿acaso no ves cómo está cortada? ¡Caramba, caramba! Es muy chocante.
—Deben de haberla cortado mal en la cocina, entonces, porque estoy segura de haberla cortado muy bien ayer aquí.
—Sin duda la cortaron mal en la cocina… ¡los salvajes! ¡Caramba, caramba! ¿Alguna vez viste un pedazo tan bueno de carne tan arruinado? Pero recuerda que, en el futuro, cuando un plato deje esta mesa, en la cocina no deben tocarlo. Recuerda eso, señora Bloomfield

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 28 y 29).

Tom Bloomfield:

El mayor de los cuatro hijos del matrimonio Bloomfield; contaba con siete años de edad cuando la Srta. Grey se instaló en Wellwood House para hacerse cargo de su educación. Su pasatiempo predilecto consistía en torturar a las aves arrancándoles alas, patas, y torciendo les el pescuezo hasta acabar degollándolas. Con frecuencia sufría ataques de ira durante las lecciones que le impartía su institutriz. Durante estos episodios solía retorcer su cuerpo en bruscas contorsiones y propinar golpes a la desdichada Srta. Grey. Malcriado por su madre, su tío y su abuela, el niño era un pequeño tirano que obligaba a sus hermanas a plegarse a su voluntad.

—Ahora debe ponerse su sombrero y su chal —dijo el pequeño héroe— y le mostraré mi jardín.
—Y el mío —dijo Mary Ann.
Tom levantó el puño con gesto amenazador, ella pegó un grito fuerte y estridente, corrió al otro lado de donde yo estaba parada y le hizo una mueca.
—¡Sin duda, no vas a pegarle a tu hermana, Tom! Espero que nunca te vea hacer algo así.
—A veces me verá: estoy obligado a hacerlo de vez en cuando para ponerla en vereda

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 23).

Mary Ann Bloomfield:

Un año menor que su hermano Tom, es decir que tenía seis años cumplidos al momento de recibir sus primeras lecciones de lectura y escritura, era ya una criatura proclive a la holgazanería. Tal era el caso, que su mayor deleite consistía en permanecer tirada en el piso del aula, haciendo caso omiso de la presencia de su institutriz, hasta que fuese la hora del almuerzo, o del té. Al igual que Tom, también sufría arrebatos de ira los cuales se manifestaban como gritos desaforados ante los intentos de su maestra por disciplinarla. Por último, era una criatura engreída y especialmente sensible a cuánta adulación recibiera.

Fanny Bloomfield:

Era una chiquilla de cuatro años de edad, inquieta y caprichosa. Presentaba un peculiar comportamiento por demás desagradable para quienes estaban a cargo de su cuidado. Éste consistía en escupir a la cara a cualquier persona que no se plegase a sus demandas. De igual manera se entretenía con aquellos objetos que no eran de su propiedad, lo que provocaba el disgusto de sus dueños. Poseía el mismo carácter iracundo que sus dos hermanos mayores, y lo manifestaba produciendo horribles sonidos guturales cuando se enfadaba. Ante sus padres se mostraba como una niña dulce y tranquila, razón por la cual éstos creían que su comportamiento hostil durante las horas de sus lecciones se debía a un trato inadecuado por parte de su institutriz.

La anciana Sra. Bloomfield:

Madre del dueño de Wellwood House, era una señora alegre y locuaz, por un lado, e indiscreta e hipócrita, por el otro. Solía acompañar sus palabras con exageradas gesticulaciones, y expresiones enfáticas. Detestaba a su nuera tanto como ésta la detestaba a ella. Sin embargo, la anciana señora Bloomfield jamás hizo una clara alusión respecto de su animosidad hacía la misma.

Uno de sus mayores deleites era causar discordia entre los habitantes de la mansión. Para ello se valía de la peligrosa influencia que ejercía sobre su hijo, pues éste prestaba oídos a cuánto su madre tenía para contarle; por lo general, se trataba de chismes y críticas encubiertas sobre los criados. Para concluir, a la anciana le encantaba recibir cumplidos. Su voluntad podía torcerse a favor de aquellos que supieran ganarse su simpatía.

…solo por mera educación le pregunté por su tos, de inmediato su largo rostro se relajó en una sonrisa y me favoreció con una historia particular de esa y otras enfermedades suyas, seguida por un informe de su resignación piadosa (…)
—Pero hay un remedio para todo, mi querida, y es la resignación — un asentamiento con la cabeza—, resignación a la voluntad del Cielo —un alzarse de manos y ojos—. Siempre me ha sostenido a lo largo de mis pruebas y siempre lo hará —una sucesión de gestos de asentamiento—. Pero bueno, no todos pueden decir eso —un sacudón de la cabeza—, pero ¡yo soy uno de los piadosos, señorita Grey! —un gesto y un sacudón muy significativos—. Y gracias al Cielo, lo sigo siendo —otro gesto— y me regocijo de eso —un enfático sacudón de la cabeza y un apretón de manos—

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 43).

Sr. Robson: 

Hermano de la joven Sra. Bloomfield, es decir, tío de los cuatro hijos de ésta. Pretendía ser un caballero refinado, desenvolviéndose con aire arrogante y haciendo gala de una delgada y estilizada figura que había logrado reducir notoriamente desde la cintura gracias a la utilización de un corsé. Sus modales, sin embargo, eran invariablemente toscos. Uno de sus pasatiempos predilectos era ir de caza en los terrenos de su cuñado. En dichas oportunidades, solía ir con los niños en busca de nidos de pájaros para luego divertirse maltratando a los pichones. Tom y Mary Ann era sus sobrinos predilectos. Al primero lo alentaba a comportarse de la manera más brutal posible y lo inducía a tomar alcohol persuadiéndolo de que tal hábito lo convertiría en un hombre más viril. A la segunda, en cambio, la algaba constantemente por su precioso rostro y su graciosa sonrisa.

—Bueno, ¡tú sí que eres una buena pieza! — exclamó a la larga, tomando su arma y dirigiéndose hacia la casa—. Maldición, pero el muchacho es bastante valiente, también. Maldito sea si alguna vez vi a un pequeño sinvergüenza más noble que esté. Ya está más allá del gobierno de las faldas; ¡por Dios!, ¡desafía a su madre, su abuela, su institutriz y todos! ¡Ja,ja,ja! No importa Tom, te traeré otra camada mañana (

Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 51).

Familia Murray

Sra. Murray:

Con cuarenta años de edad era una mujer cuyo rostro no requería maquillaje para realzar la belleza de sus facciones. Como típica dama de clase alta, sus distracciones consistían en organizar bailes para las familias aristocráticas que residían en la zona, o asistir a aquellos que ofrecían sus amistades. Su guardarropa exhibía un gusto exquisito y, como era de esperar, estaba al tanto de las últimas tendencias de la moda. Por otro lado, era una madre cariñosa y solícita, que manifestaba una sincera preocupación por el bienestar de sus hijos. Su criterio, no obstante, al respecto de cómo procurarles la felicidad, se arraigaba en la creencia de que la posesión de riquezas y un alto rango social serían suficientes para ello. Por último, su trato con el personal doméstico era cordial aunque no tan cálido como pudiese serlo un amo con sus criados aún manteniendo las formalidades sociales.

—Señorita Grey —empezó— ¡oh caramba!, ¿cómo puede estar sentada dibujando con un día así? —Pensó que lo estaba haciendo por propio placer—. Me pregunto por qué no se pone su sombrero y sale con las jovencitas (…) Si tratará de entretener usted misma a la señorita Matilda un poco más, creo que no se vería impulsada a buscar diversión en compañía de los perros, los caballos y los caballeros tanto como lo hace. Y si fuera un poco más alegre y conversadora con la señorita Murray, ella no andaría tan a menudo vagando por los campos con un libro en la mano. Sin embargo, no quiero molestarla —agregó, viendo, supongo, que mis mejillas ardían y mi mano temblaba con alguna molesta emoción—. Vamos, no sea tan susceptible, no hay manera de hablarle

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 117).

Sr. Murray:

Era un experto jinete y un hábil cazador. Asimismo, disfrutaba de los placeres de la vida como podían serlo las comidas copiosas, y la cata de vinos. Se dirigía a sus dependientes con un lenguaje descortés, a menudo maldiciendo. Su hija predilecta era Matilda, a quien había inculcado sus mismos hábitos de lo cuál resultaba que la muchacha se comportase con ademanes y actitudes propias de un hombre en lugar de como una señorita refinada y educada.

Rosalie Murray:

Era la primogénita de la familia. A los dieciséis años, su cuerpo ya se encontraba debidamente desarrollado. Era alta y esbelta. Su piel era de una blancura cautivadora; sus ojos, de un tono celeste muy claro; y su cabello, de un castaño con reflejos rubios. En cuanto a su personalidad, era un tanto frívola. Su principal interés era despertar la admiración de los hombres, y tener la mayor cantidad de pretendientes rendidos a sus pies. Poseía talento para los idiomas, la música, el baile y el dibujo (aunque en ésta última disciplina no se esforzaba más de lo necesario). Poco le interesaban otras cuestiones de estudio si no era factible lucirse con ellas a través de una simple y banal conversación.

Bueno, espere un poco, y le contaré sobre mis admiradores principales… que se hicieron muy visibles esa noche y después, porque he estado en dos fiestas después. Por desgracia los dos nobles, Lord G– y Lord F– están casados, sino podría haber condescendido a ser particularmente agradable con ellos; como eran las cosas, no lo hice, aunque Lord F–, que detesta a su mujer, se quedó evidentemente muy impresionado conmigo. Me sacó a bailar dos veces, es un bailarín encantador y, de paso, yo también: no sabe lo bien que lo hice, me asombré a mi misma. Milord también estuvo lleno de cumplidos, más bien demasiados, en rigor, y me pareció adecuado ser un poco grosera y repelente, pero tuve el placer de ver a su horrible y atravesada esposa a punto de morir de rabia y disgusto…

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 81).

Matilda Murray:

Dos años menor que Rosalie, y al contrario de ésta, era considerablemente menos atractiva. De tez morena, sus rasgos se encontraban más marcados y su contextura física era más grande a causa del tamaño de sus huesos. Aunque no podía ser considerada una muchacha fea, la influencia de su padre la había vuelto sumamente descuidada no sólo en su aspecto físico, sino también al respecto de sus modales. Matilda había adquirido la mala costumbre de jurar constantemente cada vez que se sentía frustrada, lo cual sucedía a menudo ya que no poseía paciencia para terminar ninguna tarea que se le encargase. Su temperamento, además, era violento e indómito como el de una fiera. Poco le interesaba resaltar su lado femenino y entregarse a los mismos pasatiempos que su hermana o su madre. En cambio, disfrutaba de montar a caballo; jugar con los perros; socializar con su padre y los guardabosques durante la temporada de caza, ya que no se le permitía participar en dicha actividad; y hacer travesuras con sus hermanos John y Charles.

—Bueno, señorita Grey —exclamó la señorita Murray apenas entre en el aula, tras haberme sacado mis ropas de afuera, al volver de mis vacaciones de cuatro semanas—. Ahora cierre la puerta y siéntese que le contaré todo acerca del baile.
—No, maldición, ¡no! — gritó la señorita Matilda—. Quédate callada, ¿no puedes? Yo le diré todo acerca de mi nueva yegua… ¡semejante esplendor, señorita Grey! Una yegua de pura sangre…
—Cállate la boca, Matilda, y déjame contarle mis noticias primero.
—No, no, Rosalie; te vas a demorar tanto maldito tiempo en el asunto: me va a escuchar a mí primero:¡que me cuelguen si no lo hace!

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 79).

John Murray:

Al momento de la llegada de la Srta. Grey a Horton Lodge, el muchacho ya había cumplido los once años de edad. Era una criatura honesta y  bondadosa. Sin embargo, no se le había enseñado a controlar sus impulsos por lo que era un niño indisciplinado e inquieto. Su madre lo consentía en exceso, al igual que al pequeño Charles. Su grado de ignorancia era tal que a duras penas contaba con los requisitos para ser admitido en cualquier internado como alumno. Aún así, ingresó a una de dichas instituciones para que se le proporcionase una instrucción apropiada, ya que la educación en el hogar no había dado resultado alguno.

Charles Murray:

Se trataba del hijo predilecto de la Sra. Murray. A pesar de ser tan sólo un año menor que su hermano John, su contextura física era mucho más frágil y menuda. Era un pequeñuelo cascarrabias, caprichoso, mentiroso y egoísta. Prácticamente no sabía leer, y mucho menos era capaz de resolver sencillos problemas de aritmética. Su madre insistía en que debían efectuarse por él todas aquellas tareas que le resultasen demasiado complejas evitándole así cualquier tipo de frustración. A causa de este enfoque pedagógico por parte de la Sra. Murray sobre cómo debía ser instruido su hijo, éste respondía de forma iracunda si se le exigía que ejercitarse su intelecto acostumbrado como estaba a no realizar esfuerzo alguno para cultivar su mente. Charles fue enviado al mismo internado que su hermano John después de dos años de infructuosos intentos por parte de la Srta. Grey de inculcarle unos pocos conocimientos básicos.

Campesinos

Nancy Brown:

En una humilde morada, situada dentro de los terrenos de Horton Lodge, y por ende propiedad del Sr. Murray, vivía un joven que trabajaba largas horas como jornalero en los campos, y la madre de éste, una mujer de avanzada edad con varias afecciones de salud. Aquejada por una inflamación de los ojos, que le impedía dedicarse a la lectura, dicha señora, conocida como Nancy Brown, recibía asiduamente la visita de la Srta. Grey, por un lado, y del Sr. Weston, por el otro, quienes se ofrecían a leer distintos pasajes de la Biblia a la piadosa mujer. Temerosa de la ira de Dios, a menudo las palabras de Maese Hatfield la sumían en la más profunda desazón. Por lo demás, era una mujer abnegada que procuraba ayudar a sus semejantes realizando sencillas labores de costura y tejido.

Ve, señorita, estoy tejiendo un par de medias ahora, son para Thomas Jackson: es un viejo medio raro y hemos tenido varias disputas, además hemos tenido graves diferencias. Así que me pareció lo mejor tenerle un par de medias abrigadas, y he sentido que me gusta mucho más, pobre viejo, desde que he comenzado. Resultó tal como maese Weston dijo

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 100).

Mark Wood:

Su sencillo hogar también se encontraba dentro de los terrenos circundantes a la espléndida mansión de la familia Murray. El susodicho era hombre de mediana edad, gravemente enfermo, cuya vida pronto se extinguiría abandonando a su suerte a su desdichada esposa y a sus hijos. El Sr. Weston lo honraba con su visita, aliviando su sufrimiento con cálidas palabras y brindando compañía a los parientes del enfermo. La Srta. Grey hacía otro tanto cuando sus alumnas le permitían disponer de unas pocas horas para sí misma.

Clérigos

Sr. Hatfield:

Sus sermones eran tediosos y solemnes, más su actitud como Rector era inconsistente con sus palabras. Su avaricia lo llevaba a codearse con los feligreses adinerados de la congregación, y a cortejar a mujeres cuya fortuna podía contribuir a incrementar la suya. Se complacía en humillar a los más necesitados burlándose públicamente de sus defectos y sus pecados. Por último, discutía enconadamente con todo aquel que se atreviese a cuestionar su autoridad o a obrar de un modo distinto al impuesto por él.

Oh, es todo una pavada. Ha estado con los metodistas, mi buena mujer (…) Bueno, debe venir a la iglesia, donde oirá las Escrituras debidamente explicadas, en lugar de quedarse sentada en su casa estudiando la Biblia (…) La cuestión es —dijo él—, que se está aficionando mucho a su comodidad (…) La iglesia —dijo él—, es el lugar designado por Dios para adorarlo. Es su deber ir tan a menudo como pueda. Si quiere consuelo, debe buscarlo en el sendero del deber (…) Pero si de esa forma no obtiene ningún consuelo —dijo—, todo está terminado (…) Pues —dijo él—, si hace todo lo posible para llegar al cielo y no lo logra, entonces debe ser uno de esos que buscan entrar por la puerta estrecha y no lo logran

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 94 y 95).

Sr. Weston:

Luego de que el anciano Sr. Bligh renunciase a su puesto como coadjutor, el Sr. Weston se convirtió en el nuevo asistente del Sr. Hatfield. De personalidad serena y alegre, se caracterizaba asimismo por una predisposición natural a brindarse por entero a sus semejantes. Sus comentarios y observaciones, sobre cualquier tema, eran breves y concisos, dando muestra de la claridad de sus ideas. Si embargo, esto significaba que era algo brusco en la forma en que se expresaba, pues no reparaba en las reglas de etiqueta al respecto de cómo debía comportarse un caballero en sociedad. Además de servir a Dios, habiendo perdido a su madre hace unos meses, anhelaba, con fervor, constituir su propio hogar.

—¿Qué clase de gente son esas damas, las señoritas Green?
—Realmente no lo sé (…), ya que nunca intercambié una palabra con ellas.
—¿De verdad? No me parece que sean gente especialmente reservada.
—Lo más probable es que no lo sean con gente de su propia clase, pero consideran que se mueven en una esfera muy diferente de la mía.
No respondió a esto, pero después de una breve pausa dijo:
—Supongo que son estas cosas, señorita Grey, las que la hacen pensar que no podría vivir sin un hogar (…) ¿Es tan poco sociable que no puede hacer amigos?
—No, pero todavía no hice ninguno y en mi cargo actual no tengo posibilidad de hacerlo o siquiera de lograr un conocido común. El defecto en parte puede ser mío, pero espero que no lo sea totalmente.
—El defecto está en parte en la sociedad, en parte, debo creer, en sus vecinos inmediatos y en parte, también, en usted misma. Porque muchas damas en su posición se harían notar y serían tomadas en cuenta

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 132 y 133).

Familia Grey

Richard Grey:

Siendo joven se enamoró de una dama perteneciente a la alta esfera de la sociedad. Tuvo la bendición de que la susodicha le correspondiese en sus sentimientos, y aceptase convertirse en su mujer. Su felicidad no menguó cuando la familia de su prometida decidió desheredar a la muchacha en clara señal de oposición al futuro enlace. Aún así, el Sr. Grey a menudo se torturaba a sí mismo recordando la holgada posición de la cual había privado a su esposa, y deteniéndose a considerar los escasos ahorros que su cargo como clérigo le permitirían dejar a sus dos hijas. Con la intención de procurar a su familia un mejor pasar económico, invirtió su capital en un emprendimiento mercantil que terminó por acarrear su ruina. Hundido en un profundo estado depresivo, su salud seriamente se deterioró a causa del disgusto. Richard Grey se resignó, así, a pasar el resto de sus días afligido por la culpa y el remordimiento. A pesar de que las deudas contraídas fueron saldadas al cabo de unos años, su malestar se agravó con el paso del tiempo al punto de acabar finalmente con su vida.

—¡Oh, Richard! —exclamó ella en una ocasión— si apartadas esos temas lúgubres de tu mente, vivirías tanto como cualquiera de nosotros; al menos vivirías para ver a las chicas casadas y tú convertido en abuelo feliz, con una alegre anciana dama como compañera.
Mi madre se reía y también mi padre, pero su risa pronto perecía en un triste suspiro.
—Ellas casadas, ¡pobres criaturas sin un centavo! —decía—, me pregunto quién las aceptaría.
—Pues nadie que no esté agradecido por tenerlas. ¿Acaso poseía yo un solo centavo cuando tú me tomaste?, y tú fingidas, al menos estar enormemente complacido con tu adquisición. Pero no importa si se casan o no: podemos inventar miles de formas honestas de ganarnos la vida. Y me preguntó, Richard, por qué le das vueltas en tu cabeza acla idea de nuestra pobreza en caso de tu muerte; como si eso fuera algo comparado con la calamidad de perderte, una aflicción que bien sabes que superaría a todas las demás y de la cual debes preservarlos lo máximo que puedas, y no hay nada como una mente alegre para mantener el cuerpo saludable.
—Lo sé, Alice, es un error quejarse todo el tiempo como yo lo hago, pero no puedo evitarlo: debes tener paciencia conmigo.
—No tendré paciencia contigo, si puedo hacerte cambiar de actitud

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 56).

Sra. Grey:

Su padre dio su consentimiento para que se llevase a cabo la boda de la mayor de sus hijas, dejándole en claro a la joven que estaría renunciando a la fortuna familiar si insistía en su elección de unir su vida a la del Sr. Grey. La prometida del sacerdote, se resignó a llevar una vida sin lujos y aceptó las condiciones impuestas por su progenitor. Tras convertirse en la Sra. Grey, perdió prácticamente todo tipo de contacto con sus parientes.

Fue una esposa y madre abnegada. Se hizo cargo de la educación de sus hijas, y acompañó a su marido tras su larga enfermedad. Era una mujer alegre, puntillosa e incansable, con un excelente sentido del humor. Estos rasgos de personalidad le permitieron sobrellevar distintas crisis conyugales, y superar la muerte de varios de sus hijos. Por la misma razón, siempre rechazó recibir ayuda de los demás mientras procuraba, a su vez, estar atenta a las necesidades del prójimo.

—No, Mary —dijo—, si Richardson y tú tienen algo que ahorrar, deben apartarlo para tu familia, y Agnes y yo debemos recoger miel para nosotras. Gracias a que tuve hijas que educar, no he olvidado mis dones. Dios mediante, controlaré estos vanos lamentos —dijo, mientras las lágrimas caían una tras otra por sus mejillas a pesar de sus esfuerzos, pero las enjuagó y sacudiendo resueltamente la cabeza hacia atrás, prosiguió—. Voy a esforzarme y buscar una pequeña casa, cómodamente situada en algún distrito populoso pero saludable, donde tomaré unas pocas jovencitas que alojar y educar, si podemos conseguirlas, y tantas alumnas diurnas cuántas quieran venir o podamos arreglarnos para instruir

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 160 y 161).

Mary Grey:

Siendo la hija mayor del matrimonio Grey, todavía estaba soltera a la edad de veinticinco años, lo que se consideraba inusual para la época. Sin embargo, recordemos que el Sr. y la Sra. Grey no poseía recursos para presentar formalmente a sus hijas en sociedad, y, asimismo, tanto una como la otra debían trabajar a la par de sus padres para contar con el sustento básico para vivir dignamente y no caer en la pobreza. Así, no era extraño que las hijas de familias con escasos ingresos económicos se casasen a una edad más avanzada que aquellas que pertenecían a la clase alta, o a la aristocracia, ya que contaban con menos ocasiones para conocer posibles pretendientes; además la reducida dote que podían aportar sus padres en caso de un compromiso era otra cuestión a considerar por cualquier hombre que tuviese intención de desposarlas.

Mary era una joven laboriosa y humilde. Tenía gran talento para la pintura, medio por el cual consiguió obtener una remuneración regular vendiendo su producción artística. Al ser seis años mayor que Agnes, se entregaba menos a las ilusiones y fantasías de la juventud, siendo más centrada en su forma de pensar. Aún así, esto no le impedía ser apegada a su familia. Gran pena experimentó la desdichada Mary cuando su hermana decidió convertirse en institutriz y se trasladó varias millas de distancia para desempeñarse como tal. Por último, y en relación con lo anterior, siempre se comportó de manera un tanto maternal con Agnes, al considerar a la muchacha como si de una criatura cándida e indefensa se tratase. Por tal motivo, procuraba evitar cualquier preocupación o malestar a su querida hermana.

Agnes Grey:

La protagonista de la historia era una joven retraída, tímida e insegura hasta el punto de dudar muchas veces de su propia valía como persona. A pesar de sus esfuerzos, y del amor que profesaba por la docencia, encontró varias dificultades para desempeñarse como maestra de la manera que hubiera querido. En parte por ello, fueron más los sinsabores que las gratificaciones obtenidas en dicha actividad.

Como consecuencia de la educación recibida en el seno de su hogar, Agnes regía su vida por los preceptos del Anglicanismo. Por lo tanto, procuraba inculcar estas enseñanzas a sus alumnos.  Además, predicaba con el ejemplo dedicando cada momento disponible a ayudar a los más carenciados.

En los primeros capítulos de la novela, Agnes se muestra demasiado susceptible a las críticas de sus amos. Conforme el relato avanza, la muchacha logra sobreponerse a sus temores corrigiendo ciertos defectos de personalidad, aunque los comentarios de sus empleadores siguen afectándole en cierta medida.

En medio de todo  esto no se imaginen que yo me liberé de muchas reprimendas y muchos reproches implícitos, que no perdieron nada de su capacidad de herir por ser dichos abiertamente, sino que lastiman más hondo porque, por ese mismo motivo, parecían impedir la autodefensa. A menudo, la señora Murray me decía que divirtiera a la señorita Matilda con otras cosas y que le recordara los preceptos y prohibiciones de su madre. Lo hacía de la mejor manera posible, pero la jovencita no aceptaba que se la divirtiera contra su voluntad y no se podía ir en contra de su gusto, de manera que, aunque yo iba más allá de solo recordárselo, las gentiles protestas que podía usar eran abiertamente ineficaces

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 153 y 154).

Locaciones

Los distintos escenarios descriptos por la autora, reflejan la idiosincrasia de una clase social compuesta por individuos procedentes de diferentes contextos económicos. Por un lado, los comerciantes que supieron hacer fortuna; por otro, la nobleza rural; y por último, la aristocracia.

En «Agnes Grey«, las descripciones de los salones, las habitaciones, y demás recintos, son breves y cuentan con pocos detalles. No obstante, la grandiosidad de los mismos se deduce de los diálogos que sostienen propietarios y herederos al referirse a su estatus social, y de observar el comportamiento de unos y otros a la hora de relacionarse con otras familias adineradas. Así, las propiedad de los Bloomfield, y los Murray representa el grado de riqueza que poseen. En el caso del hogar de los Grey, ésta simboliza la falta de comodidades con la que viven aún siendo una familia de clase media. Algo similar ocurre con la modesta cabaña de Nancy Brown, puesto que la anciana se encuentra prácticamente sumida en la pobreza.

Dicho esto, se mencionan a continuación los principales paisajes y estancias donde se desarrolla la trama.

A. Wellwood House:

Era una residencia elegante y de techos altos, rodeada por dos parques con plantaciones de árboles jóvenes. En un sector aledaño, se encontraba un hermoso jardín con una prodigiosa variedad de flores, dispuesto con gran esmero y delicadeza. Entre el límite del jardín y uno de los parques más cercanos, había un pozo con agua en el cual los niños chapoteaban, ensuciándose las ropas. Las tierras de Wellwood House se extendían sobre campos donde era posible practicar la cazar.

B. Horton Lodge:

Era una mansión muy antigua, con lujosos salones y habitaciones igualmente espléndidas. Alejándose unos pocos metros de la casa, podía contemplarse un inmenso parque con árboles tan añejos como la propia estancia, y entre los cuales paseaban los ciervos. Un campo se extendía más allá de sus límites, caracterizándose éste sus amplios senderos, diversas especies de plantas, y más árboles aquí y allá; como defecto podría únicamente señalarse la planicie del terreno.

C. Ubicación desconocida; posiblemente Yorkshire (Pueblo natal de la protagonista):

Brezos, prímulas y campanillas adornaban este entorno de escarpadas colinas. La familia Grey residía en una humilde vivienda que pertenecía a la parroquia del municipio. Un pequeño jardín con un sauce llorón era el único terreno contiguo para caminar durante las horas de ocio.  No se proporciona ninguna otra información sobre este escenario.

D. A– (Ciudad balnearia):

El principal atractivo era la zona que tenía salida al mar donde había “escarpados acantilados sobre los que se erguían verdes colinas altas”, y también “suaves y amplias arenas” y “bajas rocas” las cuales “parecían con su vestidura de algas y moho, islitas cubiertas de césped”. Además había golfos y lagos que limitaban con la orilla espumosa, y conducían hacía ésta.

En las inmediaciones del centro de la ciudad, especialmente en el noroeste, distintas calles conducían a “hileras de casas de aspecto respetable,(…) con estrechas franjas de jardín delante de ellas, persianas venecianas en las ventanas y un tramo de escalones” que conducía “a la prolija puerta con aldabón de bronce” de cada una de aquellas residencias.

E. Ashby Park:

Esta mansión señorial tenía varias semejanzas con Horton Lodge. En primer lugar, era tan antigua como aquella. En segundo, ostentaba un precioso parque con árboles centenarios, y rebaños de ciervos que se paseaban por él. Este parque contaba con un lago donde dichos animales zaceaban su sed. Por último, amplios bosques se extendían en las inmediaciones.

Conceptos abordados

1) La hipocresía del Clero:

En el siglo XIX, todavía era común que algunos hombres, probablemente por no contar con otra posibilidad para hacer fortuna, optasen por tomar los hábitos para ganarse la vida como sacerdotes, curas, párrocos, etc., predicando la palabra de Dios y enseñando a la plebe cómo interpretar las Sagradas Escrituras. Por supuesto, dado que su motivación era obtener una colocación que les proporcionara un ingreso cada vez mayor, ejercían sus funciones de manera autoritaria y de acuerdo a sus propios intereses. El bienestar de los fieles lejos estaba de ser una de sus principales preocupaciones. La clase media y baja eran las únicas que se veían perjudicadas por este accionar, pues la clase alta y la aristocracia mantenían una estrecha relación con la Iglesia Anglicana.

En la novela, el personaje de Hatfield, con su fanfarronería y grandilocuencia, pone de manifiesto esta problemática en varias ocasiones:

  • En el capítulo n⁰10, el clérigo da un sermón peculiarmente severo tras el cuál se jacta de sus palabras con los Meltham y los Green (algunas de las familias pudientes de la zona) burlándose, a su vez, de algunos de los campesinos más pobres de la comunidad como Betty Holmes, George Higgins y Thomas Jackson.
  • En el capítulo n⁰11, Nancy Brown se acerca a él, preocupada por la salvación de su alma, y el párroco ignora sus ruegos y la echa con brusquedad y desdén. Incluso llega a referirse a la pobre mujer como una “vieja hipócrita”.
  • En el capítulo n⁰9, Rosalie Murray pondera su pomposidad, en contraste con los modales y el comportamiento del Sr. Weston, por usar éste último un reloj de plata, en vez de uno de oro, y ropas menos llamativas que el Rector de la parroquia.

2) El Rol de las Institutrices durante el reinado de la Reina Victoria:

La novela retrata fielmente las condiciones en las cuales cualquier institutriz se veía obligada a trabajar en plena Era Victoriana. Para empezar, las mujeres que se desempeñaban como institutrices eran damas de clase media que habían caído en desgracia y por ello ofrecían sus servicios a familias de clase alta para encargarse de la educación de sus hijos. Las institutrices tenían bajo su tutela tanto a niños como a jóvenes señoritas. En el caso de los varones, éstos permanecían bajo el ala de su institutriz hasta que cumplían los doce años, edad en la que eran admitidos como pupilos en las escuelas privadas; frecuentemente, se trataba de internados. El caso era distinto con respecto a las niñas, ya que no era acostumbre enviarlas a una institución para que fuesen instruidas. Las hijas de los matrimonios adinerados eran educadas en el hogar. El papel de la institutriz, en este sentido, era enseñarles a leer y escribir, cuando eran pequeñas, y posteriormente enseñarles varios idiomas, y adiestrarlas en dibujo, pintura, danza y música, de cara a su presentación en sociedad a los dieciocho años. La institutriz también tenía que inculcar a sus alumnas las normas de etiqueta por las cuales se regia la sociedad. He aquí una cita de la Srta. Grey al respecto:

Con las chicas, sólo parecía ansiosa por hacerlas lo más superficialmente atractivas y vistosamente llamativas que fuera posible, sin que eso les implicará problemas o molestias; y yo debía actuar en consecuencia: estudiar y esforzarme para divertir y condescender, instruir, refinar y pulir, con el mínimo esfuerzo posible de su parte y ningún ejercicio de autoridad de la mía

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 66).

Antes de ser contratadas, las institutrices debían cumplir ciertos requisitos. De ellas se esperaba un amplio conocimiento sobre diferentes temas y disciplinas; cierta elegancia en el andar; delicadeza en su trato con los demás; y una cristiana resignación para cumplir con las responsabilidades que se les exigiesen. Por otro lado, cabe mencionar que la institutriz, las más de las veces, mantenía una estrecha relación con sus alumnos pues estos pasaba más horas con ella que con sus padres. Por ello, no era de extrañar que éstos aguardasen un comportamiento maternal por su parte; aunque hay que decir que tenía prohibido ejercer cualquier tipo de autoridad sobre los niños. La Sra. Murray se refiere a éste particular cuando recibe a la Srta. Grey en Horton Lodge:

… espero que usted mantenga el buen humor y sea suave y paciente todo el tiempo (…) Me disculpará que le diga estás cosas, porque el asunto es que hasta ahora he encontrado a todas las institutrices, inclusive las mejores de ellas, defectuosas en este particular (…) Pero no tengo dudas de que usted será satisfactoria en este aspecto así como en lo demás. Y recuerde, en todos los casos, que cuando cualquiera de los niños haga algo impropio, si la persuasión y la protesta gentil no sirven, deje que uno de los otros venga y me lo diga; porque yo puedo hablar con ellos más abiertamente de lo que sería adecuado que usted hiciera. Hágalos tan felices como pueda, señorita Grey, y me atrevo a decir que le irá muy bien

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 66).

El salario de las institutrices solía ser muy bajo. Incluso algunas no recibían ningún tipo de remuneración; debían de contentarse, pues, con el alojamiento que se les brindaba en casa de sus amos. Por otro lado, aquellas institutrices que tenían la suerte de obtener un puesto en el seno de una familia honrada y respetable, no recibían un trato amable por parte de las personas con las que interactuaban a diario. En el siglo XIX, la necesidad de trabajar de una mujer de buena familia era considerada una situación denigrante. Por ello, las institutrices eran objeto de frecuentes humillaciones tanto por parte de sus patrones como por parte de la servidumbre.

A estos suplicios se sumaban aún otros. El aislamiento social era uno de ellos. La institutriz no era considerada un miembro de la familia, ni tampoco parte del servicio doméstico. Por lo tanto, se veía privaba de poder entablar amistades, o cualquier otro tipo de lazo afectivo, con quienes, en otras circunstancias, habrían sido considerados sus semejantes por su nivel socioeducativo, o con quienes pertenecían en dicho contexto a su mismo estrato a raíz de sus ingresos económicos (es decir, mucamas, jardineros, choferes, etc.). Anne Brontë expresa esta situación a través del pensamiento de la protagonista de la novela:

Nunca una, salvo la pobre Nancy Brown, con la cual podía disfrutar un momento de verdadero intercambio social, nunca alguien cuya conversación estuviera calculada para volverme mejor, más sabia o más feliz que antes o quién, hasta donde yo lo pudiera ver, se viera muy beneficiada por la mía. Mis únicos compañeros habían sido niños poco amistosos y chicas ignorantes o de cabeza mal orientada, frente na cuya cansadora locura, la Soledad incesante era a menudo un alivio deseado de todo corazón

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 101 y 102).

Otro de los sufrimientos por los que tenía que pasar una institutriz era el estancamiento intelectual. Sometida durante largas jornadas al cuidado de niños y de jóvenes señoritas, el tiempo del cual disponía para sí misma era tan escaso que apenas podía dedicarlo a la lectura o a cualquier otra actividad que estimulase sus sentidos. Así, únicamente podía consagrarse a las lecciones que impartía día tras día a sus alumnos. Compartimos otra cita de la Srta. Grey para ilustrar lo recién descrito:

Nunca me llegaba una nueva idea o un pensamiento provocador de afuera y apenas crecían dentro de mí eran, en su mayor parte, miserablemente aplastados de inmediato o condenados a decaer o desvanecerse porque no podían ver la luz

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 102).

Considerando lo que hemos expuesto, y en concordancia con los fragmentos de la novela que hemos citado, el siguiente cuadro pretende detallar las diferentes tareas que realizaba una institutriz, y hacer mención del agotamiento emocional al cual estaba sometida.

El Oficio de Institutriz en la Era Victoriana- Análisis

Crítica

La obra de Anne Brontë presenta varias inconsistencias que actúan en detrimento de la calidad narrativa de la historia.

I. Una trama fallida:

El primer párrafo del relato promete al lector intrigas, conflictos y escándalos. Si embargo, esta ilusión se desvanece en los primeros capítulos de la novela. Estas son las palabras de la protagonista que despiertan expectativas que nunca llegan a cumplirse:

Escudada en mi propia oscuridad, en el lapso de años transcurridos y en unos pocos nombres ficticios, no temo aventurarme y francamente desplegaré ante el público lo que no revelaría a la amiga más íntima

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 7).

Dejando de lado las humillaciones y los agravios de los que es objeto la Srta. Grey, la narración no presenta situaciones particularmente vergonzosas que ameriten sembrar tal clima de misterio con la escusa de proteger la reputación de quien las padece. Por otro lado, el argumento, en sí mismo, prácticamente carece de atractivo. Conforme se suceden los capítulos, son escasos los acontecimientos que generan interés e incentivan a continuar con la lectura; además, una vez que dichos eventos son introducidos en la novela, la autora los descuida rápidamente sin desarrollar los hilos argumentales secundarios que abren.

II. La amenaza de Hatfield a Rosalie Murray; el enredo desaprovechado por Anne Brontë:

Cuando en el capítulo nº14 Hatfield le declara su amor a Rosalie, ésta le rechaza con crueldad y desdén a pesar de estar románticamente interesada en el Párroco. Herido en sus sentimientos, y en su orgullo, tras la negatividad de su amada, Hatfield le ruega a ésta que no cuente a nadie lo acaecido entre ellos. Sin embargo, la súplica pronto se convierte en una advertencia. Hatfield, al sospechar que Rosalie lo ha seducido con el sólo propósito de humillarlo, deja en claro sus intenciones de destruir la reputación de la joven dama si ésta no accede a su pedido.

Por supuesto, Rosalie acepta las condiciones impuestas por el Clérigo para evitar que el asunto trascienda a mayores. Aún así, tan pronto la entrevista entre ellos concluye, la muchacha empieza a relatar lo ocurrido a su institutriz, a su hermana, y luego a su madre, quebrantado la promesa realizada.

Curiosamente, la problemática entre ambos personajes concluye aquí. Hatfield jamás se entera que Rosalie ha incumplido con su parte del pacto, y la joven, entre tanto, tiene la suerte de que ninguno de sus familiares haga público el incidente entre la nobleza terrateniente de la zona.

Este es uno de los sucesos más preciados de la novela, y por desgracia también uno de los más desatendidos por la escritora. El episodio traía aparejado dos posibles desenlaces; el que efectivamente tiene lugar en el libro, o uno involucrando difamaciones y una despiadada venganza por parte de Hatfield. Si bien la autora ha optado por la primera de estas dos opciones, su elaboración es prácticamente nula, pues a duras penas se vuelve a hacer mención del incidente luego de que éste ocurre. Así, una de las tramas secundarias más interesantes de la historia es desperdiciada por completo.

III. La obsesión de Rosalie Murray por Edward Weston; un extraño triángulo amoroso:

Después de su infructuoso affaire con Maese Hatfield, Rosalie se obstina en conquistar el corazón de su ayudante para suplir la pérdida del más ferviente admirador que haya tenido jamás. Consciente de la atracción entre el coadjutor y la Srta. Grey, la joven se las arregla para impedir que se produzca cualquier encuentro fortuito entre ambos. Mientras, en complicidad con su hermana, consigue concertar breves entrevistas con el cura para desplegar todos sus encantos y atraerlo hacia ella.

Edward Weston, en un principio, parece sentir cierta simpatía por la muchacha y experimentar, asimismo, un preferencia por su compañía. En un punto crítico de la historia, incluso la desdichada Srta. Grey considera factible que el sacerdote termine enamorándose de Rosalie. Sin embargo, ello no ocurre.

Esta situación, al igual que la descripta en el punto anterior, también introduce dos posibles soluciones. La primera, consiste, como ya lo hemos dado a entender, en que el Sr. Weston se enamore de la Srta. Murray. La segunda, en cambio, retrata la derrota de Rosalie. La escritora, paradójicamente, no ha optado por ninguna de ellas.

Si bien Edward Weston no se involucra románticamente con la joven, y ésta no logra llevar a cabo sus planes, lejos se encuentra la susodicha de sentir la frustración por su fracaso. Rosalie continua adelante con los proyectos que su madre tiene para ella, y acaba olvidándose del Sr. Weston sin mayor pesar por su parte al pensar en el asunto. En un sentido, podría decirse que Rosalie jamás toma consciencia de que sus esfuerzos han sido en vanos; simplemente, conforme avanza la novela, su vida toma un curso diferente al del Sr. Weston, y acaba perdiendo contacto con él.

La frivolidad de Rosalie admite este desenlace como una tercera opción; más no resulta coherente con los hechos y circunstancias que se entrelazan con el conflicto amoroso entre los personajes implicados en esta situación.

IV. Estructura narrativa inconsistente con los dichos de la protagonista al respecto:

En las últimas líneas del libro, la heroína afirma que la historia que ha escrito es una recopilación de páginas de un diario íntimo que ha llevado consigo durante años. Dicha revelación implica una contradicción, pues la narración es elaborada desde la perspectiva que el paso del tiempo ofrece a este personaje sobre los hechos acontecidos. En otras palabras, los sucesos no son relatados en el pasado inmediato. Por otro lado, en el primer párrafo del capítulo n⁰1, la Srta. Grey deja en claro su intención de compartir con los lectores los más íntimos secretos de su juventud, siendo ahora una mujer de mediana edad. Por dicho motivo, las declaraciones de la protagonista en el último capítulo de la novela exhiben la poca destreza de la autora en cuanto a literatura se refiere.

Semejanzas con la obra de Jane Austen

Aunque no hay información fidedigna sobre la influencia que Austen pudo, o no, haber ejercido en forma póstuma sobre Anne Brontë, pues ni siquiera se sabe con certeza si ésta última se dedicó al estudio de las novelas de su predecesora, la obra que aquí se analiza presenta más de una similitud con aquellas.

1) Género: Realismo y Costumbrismo

Si bien ambos movimientos artísticos se consideran propios del siglo XIX, la producción literaria de algunos escritores del siglo XVIII también se enmarcó dentro de estos dos estilos. Jane Austen es un claro ejemplo de ello.

Cabe decir, antes que nada, en cuanto al Realismo Literario se refiere, que la narrativa de Austen se caracteriza por una técnica que dista mucho de la de otros representantes de esta corriente artística. Austen no suele proporcionar una descripción detallada de los paisajes, o de la apariencia física de los personajes. Sin embargo, esto no significa que no ocupen un papel importante en sus novelas. Jane Austen remarca las características de los distintos escenarios por procedimientos distintos a los habituales, como puede ser a través de algunas observaciones puntuales por su parte, o comentarios aislados por parte de los individuos que interactúan entre sí en el relato. Lo mismo sucede con respecto a la mención de tal o cual peculiaridad física o psicológica de determinado protagonista. Empero, hay que tener en cuenta, que las obras de Austen se consideran “realistas”, más que nada, por retratar las actividades en las que se involucraban los distintos miembros de la sociedad inglesa por aquél entonces. Esto, a su vez, la ha posicionado como una escritora “costumbrista”.

Anne Brontë, quizás sin saberlo, elabora su obra siguiendo los pasos de Jane. No obstante, existe una diferencia entre ambas escritoras. Anne Brontë retrata determinadas escenas con mayor precisión, dejando así al descubierto algunas de las prácticas más despiadadas y brutales del ser humano en plena Era Victoriana. Los incidentes concernientes a Tom Bloomfield, y su placer por el maltrato animal, descritos en Agnes Grey, son prueba de ello.

En un último acercamiento al trabajo de estas autoras, el estilo de Anne Brontë en su ópera  prima corresponde, sobre todo, al Realismo Literario, y en segundo orden al Costumbrismo Literario. En el caso de Jane Austen, en cambio, todas sus novelas se enmarcan en el género costumbrista, y en una segunda instancia se consideran también propias del Realismo.

2) Técnicas de escritura

a) Ruptura de la Cuarta Pared:

La “Cuarta Pared” es un concepto que surgió en la segunda mitad del siglo XVIII para referirse a una práctica implícita en las artes escénicas, por la cual se considera que existe un muro entre el público y los actores que se encuentran en escena. Éste muro imaginario impide a los actores que vean a su audiencia pero permite, en cambio, a ésta última contemplar la representación que se lleva a cabo.

Cuando se habla de “derrumbar” la “cuarta pared”, se hace alusión a una acción en particular que desvía la atención del espectador, y lo posiciona abruptamente en el tiempo y espacio en el que se desarrolla la acción, recordándole que lo que está contemplando es una mera fantasía. Esto generalmente se logra interrumpiendo el discurso narrativo al hacer que uno de los personajes se dirija al público tratando de interactuar con él a través de un diálogo. En obras literarias que no requieren representación, se procede de igual modo; es decir, introduciendo una especie de soliloquio por parte del protagonista o del propio autor en un intento por establecer una plática con el lector.

Tanto Jane Austen como Anne Brontë recurren a este recurso con frecuencia. La obra de Austen se caracteriza por el uso de esta técnica. En el caso de Anne Brontë, este procedimiento es más sutil y menos disruptivo, pues en “Agnes Grey” la narradora es a su vez la protagonista. Esto trae consigo la decisión de construir el relato empleando el discurso directo (lo cual permite “romper la cuarta pared”), además del discurso indirecto en ciertas ocasiones.

b) Ironía y Sarcasmo:

Aunque en ocasiones pueden confundirse, ironía y sarcasmo son conceptos diferentes. La ironía consiste en declarar lo contrario de lo que se quiere decir, en tanto que el sarcasmo es una afirmación verídica sobre alguna situación en particular expresada de forma mordaz e ingeniosa.

Austen utiliza ambos recursos para añadir un toque de comedia a sus novelas y criticar a la sociedad inglesa de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Anne Brontë, por su parte, es más medida en el empleo de uno y otro. Aún así, procede de igual manera que Jane Austen. Cuando la Sra. Murray se dirige a la Srta. Grey por enésima vez para pedirle que corrija los malos hábitos de Matilda, se expresa de la siguiente manera:

—¡Querida señorita Grey!, es de lo más extraño. Supongo que no puede evitarlo, si no está en su naturaleza, pero me preguntó cómo no puede ganar la confianza de esa niña y hacerle su compañía por lo menos tan agradable como la de Robert o Joseph

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 154).

Poco después, en la misma conversación, la Sra. Murray continua diciendo:

—… Cuando deseamos decidir sobre los méritos de una institutriz, naturalmente miramos a las jovencitas que ella manifiesta haber educado y juzgamos en consecuencia. La institutriz juiciosa sabe esto: sabe que, mientras ella vive en la oscuridad, las virtudes de sus pupilas y sus defectos estarán expuestos a los ojos de todos y así, a menos que se pierda de vista a sí misma en su cultivo, no tiene esperanza de éxito

(Agnes Grey, de Anne Brontë; Editorial Losada, 1era edición, año 2015; página 154).

La primera cita es un claro ejemplo de Sarcasmo, dado que la Sra. Murray desea transmitir exactamente la misma idea que ha expresado verbalmente. La segunda cita, en cambio, es un ejemplo de Ironía Indirecta. La Sra. Murray, en este caso, no se refiriere al desempeño de la Srta. Grey en forma explícita. No obstante, al decir “La institutriz juiciosa sabe esto”, está queriendo dar a entender que la susodicha dista mucho de ser sensata en su modo de proceder. La obras de Jane Austen, tales como “Emma” o “Orgullo y Prejuicio”, presentan este tipo de ironía en una numerosa cantidad de pasajes. Y es precisamente esta figura retórica la que caracteriza el estilo de Austen y la convierten en una de las autoras más complejas de analizar.

Vida Personal y Ficción

La novela de Anne Brontë se basa en sus experiencias como institutriz, y en algunos hechos y circunstancias vinculados con su familia.

Por empezar, Anne era hija de un párroco. Era, además, la menor de seis hijos de los cuales dos niñas murieron en un internado de señoritas. Debido a este desafortunado incidente, tanto ella como sus otras dos hermanas, Charlotte y Emily, y el único hijo varón de la familia, Patrick, fueron educados en el hogar. Su padre y su tía materna se encargaron de instruir apropiadamente a las cuatro criaturas (la madre de éstos había fallecido poco después de haber dado a luz a Anne).

A la edad de quince años, Anne ingresó en una escuela en la cual su hermana mayor, Charlotte, trabajaba como maestra. Allí Anne completó su formación. Cuatro años más tarde, en 1839, Anne fue contratada como institutriz por la familia Ingham, propietarios de la mansión Blake Hall. La experiencia fue sumamente traumática para Anne. Los niños eran ingobernables, y sus progenitores eran irrespetuosos y despectivos. Anne fue despedida al cabo de ocho meses.

A su regreso a la casa familiar, Anne se encontró con un joven apuesto y cortés, llamado William Weightman, a quien su padre había contratado como ayudante. Se cree que Anne se enamoró de dicho muchacho. Lamentablemente, el cura de veinticinco años murió de cólera en 1842.

Poco después de su regreso a la parroquia, Anne consiguió otro cargo como institutriz. En esta oportunidad fue contratada por la familia Robinson para que se hiciera cargo de la educación de tres jovencitas y un niño. Por lo tanto, Anne fijó su residencia en Thorp Green Hall, la preciosa casa campestre de sus empleadores. Allí vivió casi seis años, desde 1840 hasta 1846. A pesar de recibir un mejor trato por parte del Sr. y la Sra. Robinson, así como por parte de sus pupilos, Anne padecía de frecuentes episodios de melancolía. Luego de renunciar a su cargo, regresó una vez más a su hogar donde se dedicó, junto con sus hermana, a escribir y a buscar editores para sus novelas y poemas.

Agnes Grey- Relaciones Interpersonales de Anne Brontë reflejadas en su novela.

Conclusión

A pesar que algunos escolásticos consideran a “Agnes Grey” como una obra trascendental en la historia de la literatura universal, se trata más de un esbozo de un posible relato que de una novela en sí misma. Los constantes desatinos en los que incurre la autora en el desarrollo del argumento, en conjunto con la pobreza del lenguaje, explican las críticas negativa que recibió tras su publicación en 1847. Es probable que Anne Brontë decidiera publicar su obra sin detenerse a considerar la calidad de la misma, impulsada por las necesidades económicas de su familia. Aún así, “Agnes Grey” es un interesante testimonio sobre los padecimientos de las institutrices a mediados del siglo XIX.

Bibliografía

-ABC Education. Jane Austen: The novel and social realism. Recuperado de https://www.abc.net.au/education/jane-austen-the-novel-and-social-realism/13947526
-British Library. Gender roles in the 19th. Recuperado de https://www.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/gender-roles-in-the-19th-century
-British Library. Jane Austen: social realism and the novel. Recuperado de https://www.bl.uk/romantics-and-victorians/articles/jane-austens-social-realism-and-the-novel#:~:text=Jane%20Austen%27s%20social%20realism%20includes,financial%20security%20and%20social%20respect.
-Cove Editions. The Rol of the Governess in Victorian Society. Recuperado de https://editions.covecollective.org/blog/role-governess-victorian-society
-English History. Anne Brontë. Recuperado de https://englishhistory.net/poets/anne-bronte/
-Mimi Matthews. The Vulnerable Victorian Governess. Recuperado de https://www.mimimatthews.com/2018/02/12/the-vulnerable-victorian-governess/
-The Guardián. Anne Brontë: the sister who got there first. Recuperado de https://www.theguardian.com/books/2017/jan/06/anne-bronte-agnes-grey-jane-eyre-charlotte
-The History Press. Literary legends: Jane Austen and the Brontë sisters. Recuperado de https://www.thehistorypress.co.uk/articles/literary-legends-jane-austen-and-the-bront%C3%AB-sisters/
-Slate. Between upstairs and downstairs. Recuperado de https://slate.com/culture/2016/03/jane-eyre-and-the-precarious-status-of-the-victorian-governess.html
-Stanford News. Stanford literary scholars reflect on Jane Austen’s legacy. Recuperado de https://news.stanford.edu/2017/07/27/stanford-literary-scholars-reflect-jane-austens-legacy/
-Victorians TTU. The Governess in Jane Eyre. Recuperado de https://victoriansttu.wordpress.com/the-governess/

Sigue mi actividad

Compártelo

Relacionado

La Dama de las Camelias, de Alejandro Dumas (hijo)
Artículo elaborado por Eleonor Nolan,19 de Agosto, 2020. A girl (1885), de Pierre Auguste Renoir. Recuperado de htt...
Estación Victoria a las 4'30, de Cecil Roberts
Articulo realizado por Eleonor Nolan,31 de Diciembre, 2020. The Terminus, Penzance Station; por Stanhope Forbes. Rec...
Las Amistades Peligrosas, de Pierre Choderlos De Laclos
Título Original (en francés): Les Liaisons dangereuses Otras traducciones al español: Las Relaciones Peligrosas ...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *