El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani

Reseña elaborada por Eleonor Nolan,
21 de Septiembre, 2021.

El banco (1881), por Édouard Manet. Recuperado de https://fr.wikipedia.org/wiki/Fichier:%C3%89douard_Manet_-_Banc_(RW_375).jpg
El banco (1881), por Édouard Manet. Recuperado de https://fr.wikipedia.org/wiki/Fichier:%C3%89douard_Manet_-_Banc_(RW_375).jpg

Sinopsis

La novela se centra en dos aspectos diferentes: en la vida personal del protagonista, un joven de veintidós años, judío de clase burguesa, que se enamora de Micòl Finzi-Contini, una muchacha un año mayor que él, judía también, perteneciente a una de las familia más pudientes de la ciudad; y en los hechos acaecidos a nivel político entre 1938 y 1939 en Ferrara, Italia, dónde las reyes raciales establecidas en perjuicio de los judíos anticipaban la suerte que les esperaba a muchos de ellos en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

Los Finzi-Contini constituían por aquel entonces un caso peculiar dentro de la Comunidad judía de Italia. Habían vivido siempre en una antigua mansión, y ostentaban su riqueza como lo habían hecho sus antepasados. Tenían, además, un comportamiento peculiar en varios aspectos. Micòl y Alberto Finzi-Contini, hijos del profesor Ermanno Finzi-Contini y Olga Herrera, habían crecido prácticamente sin salir de los límites de su casa, educados con profesores particulares; sus padres jamás permitieron que asistieran ni a la escuela elemental ni al liceo como lo hacían los hijos de otras familias, judías o cristianas. Por otro lado, en 1933 decidieron restaurar una vieja sinagoga para uso personal por lo que se mantuvieron alejados del resto de los miembros de su Comunidad.

El narrador y protagonista de la historia comienza su relato con un prólogo en el cual describe un paseo hacía un cementerio situado en las cercanías de Vía Aurelia, en Roma, el cual le hace recordar el cementerio de Ferrara, en Vía Montebello, dónde se encontraba el panteón de los Finzi-Contini. A partir de allí se remonta a los primeros años de su infancia detallando el peculiar encanto con que contemplaba a los integrantes de la familia Finzi-Contini, y luego pasa a narrar sus vivencias con Alberto y Micòl, diez años más tarde, siendo los tres estudiantes universitarios a punto de doctorarse, Junto con el milanés Giampiero Malnate, íntimo amigo de Alberto, compartirían largas tardes en aquel campo de tenis que se encontraba en un sector del inmenso parque de los Finzi-Contini.

La obra finaliza con un epílogo dónde se explica cuál ha sido la suerte de cada personaje tras la resolución del conflicto de la novela.

Análisis de los personajes

Micòl Finzi-Contini

Nostalgia por el pasado, y aversión por el futuro

El propio narrador señala al final del libro la tendencia de Micòl a burlarse de Giampiero Malnate quien constantemente, como comunista, estaba inmerso en la realidad política y defendía con pasión sus creencias sobre el porvenir. Micòl no cesaba de reírse al escucharlo, y llegó a expresar, en palabras textuales, que ella prefería “le vierge, le vivace et le bel aujourd’hui”; es decir, el presente. Pero sostenía, a su vez, que aún mayor deleite le producía el “piadoso pasado”.

Hay algunas ocasiones en las cuales el pensamiento de Micòl queda claramente manifiesto en sus opiniones sobre algunos temas concretos. Por ejemplo, cuando durante una tarde de lluvia, refugiados en la cochera de su casa con el protagonista, comienza a contarle a éste la manía de Perotti (su chófer y mayordomo) por mantener y tratar de restaurar aquel viejo carruaje en el que su hermano y ella solían habían solido trasladarse hacia el Liceo Gimnasio Público, G.B Guaraní, para rendir los exámenes libres de cada fin de ciclo escolar, Micòl se refiere al anhelo de Perotti como un deseo que no tiene el menor sentido. Y en ese preciso momento, tras hacer esta declaración, le pide al protagonista que observe aquel viejo bote en el cual Alberto y ella solían de niños embarcarse y navegar por el Canal Pánfilo.

Mira en cambio allí el bote, y admira, por favor, con cuánta honradez, dignidad y valentía moral ha sabido sacar de su total pérdida de funciones todas las consecuencias que debía. También las cosas mueren, querido. Y entonces, ya que también ellas tienen que morir, qué se le va a hacer, lo mejor es dejarlas.

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 104).

En está cita se trasluce el desprecio de Micòl por el porvenir y el encanto, en contraste, por el pasado como tal. Para Micòl, la incongruencia en la actitud de Perotti está dada no por su afecto hacia un objeto antiguo sino por la pretensión de convertirlo en algo que no es, en algo aún “vigente”.

En el capitulo que sigue a este episodio, encontramos otro ejemplo de la inclinación de Micòl por el pasado. En una conversación telefónica con el narrador de la historia, Micòl le revela su afición por coleccionar “lacticinios”, unos objetos de vidrio de diverso tipo: frascos, copas, pequeñas cajas, etc; todos ellos de valor por su antigüedad. Tanto le gustan que ha llegado a coleccionar doscientas piezas.

Por otro lado, Micòl expresa con toda claridad su devoción por el pasado en otra conversación con el protagonista.

… para mí, no menos que para ella, más que la posesión de las cosas, contaba su recuerdo, ese recuerdo frente al cual toda posesión, en sí, sólo puede parecer decepcionante, trivial e insuficiente. ¡Qué bien me comprendía! Mi ansia de as que el presente se convirtiese en seguida en pasado, para poder amarlo y acariciarlo a mi sabor, era también la suya, exactamente. Era nuestro vicio, éste: ir adelante con la cabeza siempre vuelta hacia atrás.

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 193).

El propio narrador afirma que Micòl parecía presagiar su funesta suerte, razón de más para no pensar en aquella y refugiarse en los recuerdos que podía atesorar sin sentir sufrimiento alguno.

Actitud contradictoria en sus relaciones personales

La mayor contradicción se presenta en su vínculo con el narrador. Micòl afirma en dos ocasiones que durante su niñez había sentido un afecto especial por él; e incluso llega a declarar que, ya siendo una mujer, siempre se había sentido atraída por su físico.

«You are fishing for compliments», y lo sabes perfectamente. Pero no te la quiero dar, esta satisfacción: no te la mereces, y además, aunque ahora probase a repetirle cuánto me han gustado siempre tus famosos ojos blancos (y no sólo tus ojos), ¿qué resultado obtendría? Tú serías el primero en juzgarme mal, en tomarme por una maldita hipócrita.

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 194).

Sin embargo, Micòl rechaza al narrador y se niega a establecer un noviazgo con él. A partir del momento en que ella deja en claro cuales son sus sentimientos, el vínculo que mantiene con el susodicho se vuelve irremediablemente frío y distante. Empero, Micòl es responsable de haber llegado a una instancia que sostiene haber querido evitar. Con su actitud caprichosa y seductora, Micòl alimentó a conciencia un sentimiento que luego no podría corresponder. Aquella tarde de lluvia en la cual ambos se refugiaron en la cochera del jardín, y se situaron en el interior del carruaje que antaño habían utilizado los miembros de su familia, aquella tarde Micòl se percató de que había llegado demasiado lejos al permitir una confianza y una cercanía que luego le incomodarían. A pesar de ello, Micòl, quien dos semanas más tarde decidiría partir abruptamente hacia Venecia para dejar de frecuentar al protagonista, seguiría en contacto con él durante su ausencia y al regresar a Ferrara, dejando de lado ciertas actitudes ariscas por su parte, desplegaría toda su coquetería para atraerlo de vuelta a su lado.

—Ahora ven —susurró—, que sí no, arriba, son capaces —y rio— de hacerse ideas.
Durante el trayecto, sin dejarme de la mano (en la escalera se paró, me examinó los labios a la luz y terminó el examen con un desenvuelto <<¡magnifico!>>), no dejó ni un momento de hablar con gran volubilidad.

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 166).

Pareciera, entonces, que las atenciones del narrador para con ella sólo le resultan inoportunas cuando no se ajustan a sus propósitos o los contrarían.

Reía contentísima, y también reía yo, electrizado, al contarle a mi vez, con gran lujo de detalles cómicos, mi expulsión de la Biblioteca Municipal. Pero cuando le pregunté por qué motivo, después del examen, se había quedado en Venecia un mes más —en Venecia, añadí, dónde según ella no solamente nunca se había sentido bien, como ciudad, sino donde no podía contar con ningún amigo, ni hembra ni varón—, al llegar a este punto s puso sería y retiró su mano de la mía, lanzándole por toda respuesta una rápida ojeada al soslayo.

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 167).

Micòl también tiene un comportamiento ambiguo con respecto a Giampiero Malnate. Inicialmente su opinión sobre él es desfavorable; le desagrada su personalidad y su apariencia física. Además, Micòl esta celosa de su vínculo con Alberto. No obstante, conforme avanza la novela, el narrador observa cómo los roles se invierten y es ella quien termina teniendo una relación más estrecha con aquel mientras Alberto comienza a hablar en forma despectiva de su amigo. ¿Será que Micòl, para su sorpresa, ha encontrado en la compañía de Giampiero Malnate aquello que necesita para entregarse a una intimidad, sino de pareja, de amantes? Y, de ser así, ¿en qué consiste esto? ¿En indiferencia, quizás?

Alberto Finzi-Contini

Apego por lo material y sentimiento de abandono

Cuando el narrador entra por primera vez al departamento de Alberto, entre varios detalles que llaman su atención se encuentran las características del mobiliario que adorna el salón de recepción. Este es moderno, a diferencia del que puede encontrarse en el resto de la casa; y los distintos objetos que lo componen están ubicados según un criterio racional y obsesivo. Un ejemplo claro es el aparato de reproducción de música, un Philips,

Era, me dijo, un aparato bastante <<excepcional>> y ello gracias a ciertas modificaciones estudiadas e introducidas por él con ayuda del técnico milanés (…) En efecto, había el altavoz reservado a las notas bajas, el de las medias, el de las altas y el de las agudas (…) Y no fuera que estuvieran todos junto, los altavoces, nada de eso. Dentro del mueble de la gramola sólo había dos: el altavoz de las notas medias y el de las agudas. El de las agudísimas había tenido la idea de esconderlo allá en el fondo, junto a la ventana, mientras que el cuarto, el de los bajos, lo había colocado precisamente bajo el diván en que yo estaba sentado: y todo ello con objeto de lograr también cierto efecto estereofónico.

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 131).

Aparte del gramófono, el sillón también ha sido diseñado obedeciendo criterios específicos para que las vértebras de la columna se apoyen sobre el respaldo de manera correcta.

Lo descrito exhibe un sentimiento de soledad que Alberto trata de subsanar con su afición por los cálculos matemáticos aplicados a la disposición y a la elaboración de sus muebles, y demás instrumentos y artefactos. Al respecto, sin ser consciente de lo aislado que se halla de sus seres queridos, dice al narrador lo siguiente:

…encontraba que la vida era ya bastante confusa y aburrida para que encima lo fuesen también los muebles y objetos de uso, estos mudos y fieles compañeros nuestros de habitación.

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 132).

Reserva y pudor; posible homosexualidad reprimida

Alberto presenta conductas extrañas en sus tertulias con Giampiero Malnate y el protagonista. Lo primero que podemos notar es un recelo constante a que alguien los escuche o espíe. Cuando el narrador visita por primera vez a Alberto en su departamento, éste lo recibe en el salón y permanece unos instantes con la vista fija en un punto que se encuentra detrás de su invitado. Acto seguido, se dirige hacia aquel rincón y se encarga de cerrar la puerta de su estudio que ha quedado a medio abrir cuando el protagonista ingresó en él. Pero antes de hacerlo, se asoma al pasillo para asegurarse de que nadie esté allí. En esa misma ocasión, el narrador advierte la presencia de un cuadro en la puerta que da al baño en la habitación contigua. Se trata de un desnudo masculino de De Pisis.

Unos días más tarde Giampiero Malnate comienza a brindar detalles de sus vivencias en común con Alberto cuando vivían en Milán. En el teatro Lírico había una bailarina llamada Gladys con la cual Giampiero mantuvo relaciones sexuales durante algún tiempo. La susodicha terminó enemistándose con él debido a los desplantes de Alberto.

—Nunca comprendí por qué Alberto la rechazó siempre, pobre Gladys —dijo una noche guiñándome de pronto un ojo . Y luego, mirando de nuevo a Alberto añadió:
—Ea, valor. Hace más de tres años y estamos casi a trescientos kilómetros del lugar del delito: ¿Vamos finalmente a poner las cartas sobre la mesa?

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 141).

Alberto, inhibido y sonrojado por lo sucedido, jamás se atrevió a confesar la razón por la cual no quiso vincularse con la bailarina.

Las situaciones y hechos que acabamos de describir no serían indicios por sí solos de una inclinación homosexual en Alberto sino estuviesen acompañados por una afectación de sus modales, y por una sensibilidad exacerbada de su carácter ante circunstancias que lo confrontan con su relación con las mujeres y con la intimidad que trata de entablar con sus amistades masculinas. Con respecto a éste particular, Alberto muestra una clara preferencia por Giampero Malnate, y sufre en dos oportunidades intensas crisis de nervios al percibir que está a punto de perder la estima de éste. En la primera de ellas, Alberto “ríe hasta las lágrimas”  cuando Giampiero crítica su estilo de vida y el de su familia. En la segunda, su rostro se transforma en una mueca de agonía suplicante al contemplar la forma en la que el narrador arremete contra Malnate en un violento descargo sobre su situación personal como judío.

Aunque en la novela no se hace ninguna alusión clara a una homosexualidad reprimida en éste personaje, ni la ha hecho tampoco su autor, es bastante factible que éste fuera el caso.

Giampiero Malnate

Comunismo y fanatismo político

Los ideales políticos de Giampiero nos muestran una postura extremista e inflexible, la cual sostiene que la propiedad privada ha de ser anulada y los medios de producción han de pasar a manos de la sociedad en su conjunto convirtiendo, para tal fin, al proletariado en la clase gobernante. A partir del “Manifiesto del Partido Comunista”, escrito por Karl Marx y Friedrich Engels, y publicado en 1848, el comunismo se constituyó en un movimiento revolucionario contrario al sistema capitalista. En éste último, la lucha de clases entre la burguesía (minoría social dueña de los recursos de explotación), y la clase trabajadora (grupo mayoritario y empobrecido), sólo puede ser resuelta, según el criterio comunista, con la instauración de una nueva forma de gobierno que devuelva el poder al pueblo y terminé con la división en estratos sociales.

Malnate, al respecto de los revuelos que estaban afectando a Europa, previo al estallido de la Segunda Guerra Mundial, sostenía lo siguiente:

¿Quiénes habían sido? —preguntaba—, ¿Quiénes habían sido los verdaderos responsables del alzamiento franquista? ¿No habían sido acaso las derechas francesas e inglesas que lo habían, no sólo tolerado, al principio, sino luego, más tarde, propiamente apoyado y aplaudido? (…) como todas las derechas de todos los países y de todos los tiempos, habían siempre mirado a la Italia fascista y a la Alemania nazi con mal disimulada simpatía (…) Ahora bien, si Francia e Inglaterra se veían reducidas al punto a que estaban reducidas, o sea a ver y a soportar, no había tu tía: la responsabilidad de su actual importancia debía darse precisamente a aquellos excelentes, dignos y decorativos caballeros de chistera y levita —tan adecuados para corresponder por lo menos en su forma de vestir a las nostalgias ochocentistas de tantos literatos decadentes—, que todavía hoy gobernaban.

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 137 y 138).

Además de simpatizar con las ideas del movimiento comunista, Malnate ha participado también de reuniones clandestinas junto a varios de los obreros de la fábrica en la cual trabaja siendo algunos de ellos socialistas, y otros comunistas como él. En dichas reuniones conoció a una ex-maestra llamada Clecia Trotti, una de la líderes del movimiento socialista en Ferrara. Ciencia Trotti tenía ciertas similitudes con Anna Turanti, a quien había conocido en su infancia. Aquellos tiempos dorados en los cuales frecuentaba con su padre la casa de Anna y Filippo Turanti, comunistas los dos, presos en 1898 por sus ideales políticos, aún dibujaban una sonrisa en su rostro.

Vínculo conflictivo con el protagonista

Desde el comienzo, el vínculo entre Giampiero Malnate y el narrador es problemático; en gran medida por las pasivas intervenciones de Alberto quien se las ingenia para inclinar la balanza en favor de Giampiero en cualquier discusión. Por otro lado, las ideas políticas de éste último se oponen a las del narrador, lo cual coloca al mismo en una situación incómoda, y difícil de sobrellevar dada la amplia cultura política de su rival. Sin embargo, en el último tramo de la novela, el vínculo entre ambos sufre un cambio favorable cuando el narrador se presenta imprevistamente una tarde en casa de Malnate para aplacar su soledad.

“Me estrechó vigorosamente la mano, me palmoteó varias veces un hombro, y me pareció muy extraño, a mí que, desde que nos conocíamos le había tenido siempre en contra, encontrarle tan amable, atento y locuaz. ¿Por qué sería? —me preguntaba confuso— (…) Me bastó verle para comprender: entre nosotros, fuera de la casa de los Finzi-Contini (¡y pensar que en los últimos tiempos habíamos peleado hasta el punto de ofendernos y casi de llegar hasta las manos!), toda razón de disputa estaba destinada a desaparecer, a derretirse como la niebla ante el sol”.

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 213).

Ambos, con el transcurso de las semanas, cenando en un restaurante cualquiera, noche tras noche, terminan entablando una sólida amistad intercambiando sus opiniones sobre la vida, y dejando al margen las cuestiones políticas por las cuales siempre habían reñido. Incluso llegan a compartir sus pareceres al respecto de los Finzi-Contini. Giampiero es consciente del enamoramiento del  por Micòl, y lo alienta para que continúe intentando entablar una relación amorosa con ella, Sin embargo, al regresar de uno de sus habituales paseos por la ciudad después de cenar, el narrador le desvela la verdad sobre su vínculo con Micòl. Giampiero guarda silencio mientras lo escucha, consternado; luego se despide y comienza a alejarse en su bicicleta. Aquella noche marcaría para el protagonista el fin de su amistad con Giampero tras mantener una seria conversación con su padre; y a la vez, le daría algún indicio de las relaciones íntimas y secretas de Micòl.

Ermanno Finzi-Contini

Aislamiento social

El abuelo del profesor Ermanno, Moisè Finzi-Contini, había adquirido en su momento una antigua mansión, perteneciente a los marqueses de Avogli, por una escasa suma de dinero. Moisè jamás se instaló en dicha mansión a pesar de las insistencias de su suegra. Su hijo, en cambio, Menotti Finzi-Contini, y su cónyuge, Josette Artom, se trasladaron a aquella parte de la ciudad y vivieron en esa vieja casa durante varios años; una excentricidad típica de la clase pudiente. No obstante, Menotti Finzi-Contini y Josette Artom podían permitirse dicho lujo sin que se los juzgase con demasiada dureza por ello; Josette Artom era una mujer que pertenecía a la aristocracia. La situación se consideraba por completo diferente con respecto al profesor Ermanno y su esposa, la señora Olga.

El profesor Ermanno, siendo un hombre dedicado al estudio de temas históricos, y la señora Olga, siendo una sencilla mujer procedente de una buena familia pero la cual no resistía comparación alguna con la de Josette Artom, no tenían excusa para actuar con tal ostentación y aislarse en una mansión rodeada por inmensos muros en una zona poco poblada. La muerte de Guido en 1914, el primogénito, un niño de apenas seis años de edad, debió haber influido para que se excluyeran de semejante manera. Pero aún así, su modo de proceder resultaba extravagante.

Era incomprensible ese encierro en esa casa, y la prohibición a sus otros dos hijos, Alberto y Micòl, para que asistieran a la escuela. Y también lo era su posterior abandono de la sinagoga italiana. Esto sucedió en 1933 cuando el Duce incentivó la inscripción al Fascio, partido político nacionalista liderado por Benito Mussolini, de todos aquellos ciudadanos que no formaban parte de él. El carnet de miembro le fue ofrecido al profesor Ermanno sin que solicitase ser admitido en el partido. Pero aquél rechazó con firmeza el carnet y poco después de éste suceso, claramente disgustado por la decisión del Duce, solicitó a la Comunidad Judía permiso para restaurar una vieja sinagoga para uso personal de su familia.

Cinco años más tarde, cuando la dictadura que instauraría Mussolini comenzaba a reflejarse en la imposición de las reyes raciales, Ermanno Finzi-Contini se mostraría indiferente al respecto de aquellas, y al perjuicio que causarían a los judíos. En contraste con Micòl, el presente no tenía importancia para Ermanno Finzi-Contini, y por ello se mantenía al margen de los sucesos que comenzaron a tener lugar a partir de 1938.

Desestimación de las aspiraciones y logros de sus hijos

Ermanno Finzi-Contini se interesó por los estudios literarios del narrador desde su primer encuentro con éste en el jardín de su casa. Cuando el protagonista comienza a realizar sus investigaciones para su tesis doctoral, le ofrece poner a su disposición los volúmenes de su biblioteca que se refieren a la temática que ha elegido. Ermanno Finzi-Contini parecía intuir que el protagonista sería un gran literato y que su obra constituiría un gran aporte para el mundo de las letras. Curiosamente, jamás consideró trascendentales las ambiciones de sus hijos, las cuales no diferían de las del narrador; es decir, doctorarse y lograr un porvenir dentro del área en la cual se habían especializado. En cambio, sentía una gran angustia con respecto a Micòl a raíz de su decisión de acabar, de una vez y por todas, con su tesis y ejercer como profesora luego de obtener su título de doctora; para su hija, tan inteligente y capaz, sólo anhelaba que se ocupase de los asuntos domésticos. En cuanto a Alberto, y a su determinación de no doctorarse, en ningún momento pareció disgustado por la misma.

Ermanno Finzi-Contini creía que había tiempo de sobra para que sus hijos realizaran los proyectos que tenían en mente; no había motivo por el cual apurarse, decía, especialmente considerando la situación política que atravesaban.

Olga Herrera

Cuando perdió a su hijo Guido, a causa de una parálisis infantil, contaba con veinticuatro años. La muerte de su primer, y por aquel entonces único hijo, supuso un golpe demasiado fuerte para la señora Olga quien jamás volvió a ser la misma de antes.

Alberto y Micòl nacieron con un año de diferencia poco después de la muerte de Guido. Debido al miedo a los microbios que se apoderó de su madre, se vieron privados de poder asistir a la escuela elemental y al liceo. Según Micòl, esa misma aversión los hizo abandonar la sinagoga italiana y refugiarse en la pequeña y abandonada sinagoga que el profesor Ermanno hizo restaurar para ellos.

Olga Herrera, a sus casi cincuenta años, se presenta en el trascurso de la novela, como una mujer avejentada, todavía bella, pero vistiendo aún de luto, y preocupada de que el destino le arrebate a sus hijos.

Hermanos Herrera

Se trata de los dos hermanos varones de la señora Olga; Federico, ingeniero de ferrocarriles, y Giulio, médico tisiólogo. El narrador los recuerda como flacos, altos, calvos y de largas barbas. Solían presentarse en Ferrara, antes de la restauración de la pequeña sinagoga, para asistir a la platea italiana junto con su hermana, cuñado y sobrinos, cuando se conmemoraba alguna celebridad religiosa. Luego siguieron visitando a sus parientes, los Finzi-Contini, para seguir los ritos del judaísmo en la intimidad del recinto del cual se apropiaron. Al igual que el profesor Ermanno, parecían sentir cierta apatía por el presente y una clara indiferencia por los hechos políticos que golpeaban a Europa.

Perrotti

Mayordomo, chófer, jardinero; esas son las ocupaciones que Perotti desempeña en casa de los Finzi-Contini. Su residencia ha sido siempre una casa de campo, situada dentro del propio jardín de sus amos, junto con su esposa y sus cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres, todos ellos adultos, que también trabajaban para los Finzi-Contini.

Perrotti es un personaje peculiar por varias razones. Por un lado tiene una gran apego por los objetos antiguos, entre ellos encontramos el carruaje en el que trasladaba a Alberto y a Micòl en dirección al Liceo Gimnasio Público, G.B Guaraní para que rindieran los exámenes libres del mes de junio. Cuando el carruaje fue reemplazado por un coche moderno aquél quedó, irremediablemente, en desuso. No obstante, Perrotti se empeñó, desde ese entonces, en continuar limpiándolo con esponjas empapadas en agua, y sacarle brillo con gamuzas. El único motivo por el cual el carruaje no había sido restaurado aún por él después de tantos años era la negativa por parte del profesor Ermanno. Perrotti también siempre experimentó cariño por el ascensor que comunicaba al último piso de la casa; sentía placer en colocar sus dedos sobre la botonera de la cabina y asir con su otra mano la manija de la puerta corrediza.

El otro aspecto a resaltar en Perotti es su lealtad a los Finzi-Contini; a quienes ha servido durante toda su vida. Hay que admitir que Perotti no se encuentra a gusto con las manías de la señora Olga, o con la insistencia de Micòl en ausentarse por tanto tiempo de la casa para realizar su tesis doctoral. Varias actitudes de sus amos le desagradan; aún así, les guarda fidelidad, pues ellos le han dado comida a él y a su familia, así como un lugar donde vivir. Perotti es tan sólo un gruñón que demuestra su afecto a los Finzi-Contini a su manera, en forma reservada y áspera.

El padre del narrador

El fascismo

Médico en su momento, al comenzar la narración pareciera que ya no ejerce su profesión. Fue soldado voluntario en la Primera Guerra Mundial cuando Italia decidió apoyar a Francia y Gran Bretaña. Siempre ha sido un librepensador y un fascista a partir del año 1919.

En sus comienzos el Fascio (palabra que posteriormente dio nombre a la ideología política del fascismo) fue un sindicato de obreros; empezó a tomar matices políticos a fines del siglo XIX cuando uno de aquellos sindicatos, el de Sicilia, llevó acabó importantes disturbios, y protestas contra el gobierno por el gravísimo estado de pobreza en el que vivían los obreros de las zonas rurales. La segunda revolución industrial, la cual tuvo lugar después de la Unificación Italiana, ocasionó una importante pérdida de ingresos económicos en el norte de Italia; las ganancias obtenidas a través de la explotación agropecuaria se redujeron paulatinamente hasta llegar casi nulas.

El espíritu violento de estas manifestaciones hizo que los ciudadanos de ideología nacionalista adoptaran el término de “Fascio” como sinónimo de rebelión para conformar una nueva agrupación política y exigir al gobierno que dejase a un lado su postura neutral en la Primera Guerra Mundial, y se decidiese a intervenir en forma activa en el enfrentamiento bélico. Luego de que Benito Mussolini ingresará al Fascio en 1914, y se convirtiese en su líder, el gobierno Italiano accedería en 1915 a formar parte de la Primera Guerra Mundial.

En 1919, tras la finalización de la guerra, el Fascio liderado por Mussolini se convertiría en una agrupación de soldados combatientes. Al mismo tiempo, surgirían en toda Italia distintas organizaciones que también llevarían el nombre de Fascio y que mantendrían la esencia de aquel primer partido político de 1914. El Fascio propiamente dicho iría sufriendo distintos cambios hasta convertirse en un grupo de fanáticos de Benito Mussolini; las demás asociaciones existentes bajo el nombre de Fascio se unirían a aquella o cambiarían de nombre para diferenciarse de la ideología de su líder. El propósito de los miembros del Fascio sería que Italia tomara el poder de Europa en una nueva guerra mundial aliándose con Alemania.

Cuando hablamos del padre del narrador de la historia, y mencionamos que aquel era fascista, pareciera haber una cierta contradicción al tener en cuenta que el fascismo se convirtió en una movimiento social masivo el cual acabó discriminando a los judíos como minoría social. Empero, por aquel entonces, cuando la historia política de Europa del siglo XX se estaba gestando, muchos de aquellos que se afiliaron al Fascio impulsados por un sentimiento nacionalista, no podían figurarse que éste se convertiría luego en un orden autoritario. Incluso cuando las leyes raciales fueron promulgadas todavía existía cierta incredulidad al respecto de las intenciones de Benito Mussolini, especialmente teniendo en cuenta que en algunas zonas de Italia, como la ciudad de Ferrera, dónde transcurre la novela, tardaron varias semanas en ponerse en vigencia. Así lo deja entrever el personaje en cuestión cuando conversa con su hijo sobre este asunto:

¿Por qué no reconocía, en realidad, que después del comunicado del 9 de septiembre, e incluso después de la circular complementaria del 22, las cosas, por lo menos en Ferrara, habían seguido casi igual que antes? Muy cierto —reconoció sonriendo con melancolía—, que durante aquel mes, entre los setecientos cincuenta miembros de nuestra Comunidad, no se habían producido defunciones de importancia que valiera la pena notificarlas en el <<Corriente Ferrarense>> (…) Pero seamos justos: el listín teléfono no había sido retirado para coser sustituido por una reimpresión exportada; (…) en el Círculo de Comerciantes, en el que, desde hacía más de diez años, el cargo de Vicepresidente estaba en manos del abogado Lattes —y que él, mi padre, como yo sin duda sabía, continuaba frecuentando casi todos los días sin que nadie le molestase—, no se había hasta ahora pretendido que nadie dimitiera. Y Bruno Lattes, el hijo de Leone Lattes, ¿había sido acaso expulsado del Círculo de Tenis?  

(El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; editorial Seix Barral, página 63).

Al poco tiempo de haber manifestado este punto de vista sería expulsado del Partido Fascista, y poco después lo sería también del Círculo de Comerciantes al cual pertenecía.

La angustia de la vejez

Aún siendo más joven que Ermanno Finzi-Contini, quien cuenta con setenta y tres años durante el transcurso de la mayor parte del relato, las preocupaciones cotidianas del primero por la tensa situación de Europa llegaron a alterar considerablemente sus facciones hasta el punto de darle un aspecto demacrado. Sus ojos no expresaban ya esa vieja confianza en el porvenir que había sabido tener sino, en cambio, temor por la suerte de los suyos. Al respecto, inútiles resultaban sus intentos por establecer conversación con su primogénito sin que éste se disgustase por las preguntas que le hacía. La soledad lo carcomía y precisaba desahogarse con alguien; precisamente con su hijo mayor. Pero no era posible. Con tristeza observaba cómo éste se alejaba cada vez más de su lado, se aislaba de sus amigos de la infancia, y prefería la compañía de los Finzi-Contini, aquellas personas tan distintas de ellos.

Su hijo se hallaba prendado de Micòl Finzi-Contini; no pasaba desapercibida esta realidad para él. Pero ella no lo quería, no podía quererlo; en definitiva, era mejor de esta manera. Ya se daría cuenta, su querido hijo, de que nada podía hacer para cambiar su situación. Sí, ya se daría cuenta. Y quizás, cuando lo hiciese volvería a él y dejaría de odiarlo. Sólo cabía esperar. Mientras tanto, cada día envejecía más. La vida se le escurría entre los dedos con tres hijos que aún debía terminar de criar para que pudiesen salir adelante en la vida.

El narrador

Infancia y pubertad

En las primeras páginas del libro el narrador se traslada a la etapa en la cual es un niño para revelarnos la curiosidad que sentía por los Finzi-Contini. Jamás se borraron de su memoria aquellas tardes compartidas en el Templo dónde todos ellos cumplían con los ritos del judaísmo. En unas cuantas líneas describe con total precisión su comportamiento de aquel entonces, siempre inquieto, ávido de encontrar oportunidades para hablar, por lo bajo, con el profesor Ermanno Finzi-Contini, o hacer señas y muecas a Alberto y Micòl, sentados en el banco de atrás.

Ya estando en el Liceo Gimnasio Público, G.B Guaraní, teniendo doce años de edad, experimentaba todavía una peculiar inclinación por los Finzi-Contini, y por su secreta vida en el magna domus; esa vieja mansión comprada por Moisè Finzi-Contini. Especialmente sentía un vivo interés por Micòl, siempre tan alegre y provocadora.

Hubo una anécdota, en lo que a Micòl se refiere, que también quedó grabada en su mente como los recuerdos de su infancia; un episodio premonitorio, en cierta forma, de aquel que tendría lugar diez años después en la cochera del jardín de los Finzi-Contini. Habiendo reprobado matemáticas a fin del ciclo escolar, sumamente acongojado y lleno de un sentimiento de vergüenza, caminando sin rumbo a la salida del Liceo, terminó en las cercanías de la Mura degli Angeli, y se recostó sobre la hierba ocultando su rostro sobre el pliegue del codo. En un momento escuchó un ruido que lo hizo salir de su ensimismamiento. Alguien estaba allí; se trataba, ni más ni menos, de la pícara Micòl que lo observaba desde lo alto del muro.

Micòl estaba al tanto de la calificación que había obtenido en la evaluación, y viéndolo tan triste decidió invitarlo a pasar al jardín, debían tan sólo procurar que Perotti no los viese; por ello tendría que ingresar escalando el muro para dejarse caer del otro lado. Micòl descendió de éste para mostrarle cómo hacerlo, y le enseñó una cueva oculta entre la vegetación para que colocase allí su bicicleta antes de ascender por el muro. La cueva era profunda, y en ésta se adentró mientras Micòl, en la lejanía, le daba indicaciones para guiarlo en la oscuridad. Al llegar a la parte más inmensa, similar a una cámara, se detuvo perturbado pensando en Micòl; pensando en lo que hubiera podido suceder entre ellos de encontrarse ella también ahí, con él; preguntándose si se hubiera animado a besarla y qué hubiera sucedido luego de aquel beso; haciéndose, en fin, las mismas preguntas que se haría años más tarde luego de haber permanecido en el interior de la cochera de los Finzi-Contini al resguardo de una intensa tormenta.

Adultez

Conforme el narrador se convierte en un hombre de veintidós años, su personalidad termina por consolidarse. Su padre supo definir su temperamento mejor que nadie. Se parecía a su abuela Fanny, quien era muy sensible y soñadora. Era verdad, esa era su esencia, y quizás por eso siempre se había inclinado por el oficio de literato. Y quizás, también por esa razón, vivía encerrado en sus propios pensamientos, aislándose de sus conocidos y refugiándose en los libros.

No obstante, también era testarudo; sus creencias se mantenían inalterables ante las opiniones de los demás. Prueba de esto es la tenacidad con la que defendía sus puntos de vista sobre cuestiones políticas ante Malnate, o la entereza con la cual soportaba las discriminaciones de las que era objeto por ser judío.

Pero su punto débil era, efectivamente, su sensibilidad. Lo sabía perfectamente, pues no podía evitar albergar un profundo cariño por Alberto, a pesar de su antipatía, por Malnate, con quién más de una vez estuvo a punto de llegar a las manos, y por el profesor Ermanno, quien, aunque era una persona extraña, se mostraba tan afable con él. Y le era también inevitable amar a Micòl. Si hubiese tenido la opción de elegir, hubiera optado por no enamorarse justamente de Micòl Finzi-Contini siendo consciente del desdén con que ésta lo trataba. Aún le atraía de aquella muchacha lo mismo que le había llamado la atención de niño; ella y toda su familia eran distintos de él, pertenecían a otra clase social. Por una rebeldía infantil, que el mismo reconocía, hacia su padre, quiso vincularse con ellos, los Finzi-Contini, e integrarse a su círculo familiar. Aunque no hubiese sentido nunca esa peculiar admiración por los Finzi-Contini, Micòl en sí misma, en cualquier contexto, hubiera acabado por seducirlo con sus artimañas. Acabaría, no obstante, renunciando a su más grande ilusión de formar un hogar con ella después de haberse humillado y perdido la dignidad.

Escenarios

A) La Magna Domus

Se trata de la mansión señorial adquirida por Moisè Finzi-Contini. Ciertos espacios cobran gran importancia para el desarrollo de la novela.

  • El comedor
    Es un hermoso salón cuyas paredes están tapizadas en cuero exceptuando una, completamente de vidrio, que permite contemplar el parque en su totalidad. Los muebles son de madera con diseños de flores tallados; la chimenea es amplia y de ella se desprenden destellos que se reflejan en los objetos de cristal. Es una sala íntima pensada para dar cobijo a los corazones jóvenes de aquella casa, como lo señala el propio narrador.
  • El estudio de Alberto
    Es el sector de su departamento donde recibe a sus invitados estando separado de su habitación. Hay por lo menos un sillón individual y un diván. Al lado de una ventana se encuentra una lámpara revestida de metal que produce un juego de luces indirectas. El mobiliario en su conjunto es sencillo y moderno. El estudio resulta perturbador por la disposición excesivamente racional de sus objetos.
  • La sala de billar
    Es el sector de la casa en el cual el protagonista realiza su tesis con la ayuda de los libros del profesor Ermanno Finzi-Contini. Es una sala grande, con una excelente iluminación gracias a sus tres ventanales; la mesa de billar se halla en el centro cubierta por una funda. También hay un escritorio colocado justo debajo del ventanal central.
  • El estudio de Ermanno Finzi-Contini
    Es una habitación contigua a la sala de billar y algo más pequeña que está. En ella hay varias estanterías repletas de libros; una mesa de nogal, con otros tantos volúmenes, dónde trabaja Ermanno Finzi-Contini; algunas sillas ocupadas también por libros; un mapamundi; un microscopio; un atril; algunos barómetros; un piano vertical de concierto con dos metrónomos sobre su tapa; una caja fuerte de acero; algunos objetos específicamente de uso científico; y un retrato de tamaño natural de su madre, Josette Artom, pintado por Lembarch.
  • El dormitorio de Micòl
    Contra una de las paredes del cuarto hay tres estanterías de caoba que contienen diversos frascos, cajitas y copas de vidrio; reliquias que Micòl ha adquirido en anticuarios en Venecia. En otra de las paredes se encuentra una estantería más pero ésta exclusivamente para los volúmenes de literatura inglesa y francesa; dicha estantería esta ubicada en el espacio que separa a las dos únicas ventanas de la recámara. Al extremo izquierdo de la misma pared hay un escritorio con una lámpara encima de él; al lado del escritorio se halla una pequeña mesita sobre la cual reposa su máquina de escribir, y una última estantería que contiene una pequeña colección de literatura clásica, contemporánea y también italiana además de varias traducciones de novelas rusas. Un sofá y tres sillones, junto con una mesa de noche al lado de su alcoba, y un carrito con termos de su bebida predilecta, completan el conjunto de muebles. Por último, una alfombra persa en el centro de la habitación constituye el detalle más exótico de ésta.

B) El Barchetto del Duca

Nos referimos al conjunto de hectáreas que rodean a la Magna Domus y dentro de las cuales también cabe mencionar ciertos recovecos.

  • La cancha de tenis
    Deja mucho que desear para poder jugar adecuadamente. Sus medidas no son correctas y la tierra esta distribuida de forma irregular. Además, las redes metálicas se hallan muy desgastadas. Estas condiciones precarias obligaban a esperar demasiado tiempo entre un partido y otro para acondicionar la cancha.
  • El Hütte
    Es un espacio aislado por varios abetos del resto del parque. Servía de vestuario luego de las partidas de tenis; incluso se podía tomar una ducha en él.
  • El Embarcadero
    Llegando a uno de los extremos del jardín, se halla un pequeño puerto con salida al Canal Pánfilo desde el cual Alberto y Micòl acostumbraban a zarpar en un pequeño bote cuando eran niños. Se encuentra escondido en medio de la maleza.
  • La casa de campo de Perotti
    Es la vivienda familiar del viejo Perotti. Nada más es dicho al respecto de ésta.
  • El establo
    No hay descripción alguna de éste recinto. Es visitado una sóla vez por Micòl y el protagonista.
  • La cochera
    Es una construcción de ladrillos, con techo a media agua. En su interior hay una estantería con limones, y dos coches; uno de ellos es el viejo carruaje que ha usado la familia tiempo atrás, el otro es un automóvil moderno que ha pasado a reemplazar al anterior.

Similitudes entre realidad y ficción

La identidad de quien narra la historia es un misterio que nunca se nos revela. Su nombre no aparece escrito en ninguna página de la novela. No obstante, no son pocos los que creen que el protagonista es el propio Giorgio Bassani. Esta idea es la más común entre los lectores principalmente a causa del prólogo de la novela. De hecho, examinando en detalle la vida de Giorgio Bassani y la de sus personajes, encontramos varios puntos en común.

Por empezar Giorgio Bassani, al igual que el protagonista, era de origen judío. Su familia estaba compuesta por su padre (médico), su madre, y dos hermanos (un hombre y una mujer). Estudió letras en la universidad de Bolonia, y se licenció en 1939. Su vida se desarrolló, hasta pasados los veinteaños, en la ciudad de Ferrara. Todos estos detalles coinciden con exactitud con los referidos sobre el protagonista de la novela.

También existen semejanzas al respecto de los Finzi-Contini. Se han encontrado algunos archivos con los datos personales de los judíos que fueron trasladados a los campos de concentración nazis. La familia que habría servido de inspiración para retratar a los Finzi-Contini habrían sido los Magrini[1], una familia judía muy conocida dentro de la Comunidad. Silvio Magrini era el padre de familia, y sus hijos eran Uberto y Giuliana, habiendo muerto el primero de leucemia al igual que el personaje de Alberto. Silvio y su esposa, Albertina, fueron reportados en 1943. Giuliana, en cambio, habiendo contraído matrimonio con Marcelo Pesado en 1934, logró escapar a esta suerte. Según los testimonios de los hijos de Giuliana, su madre difería mucho del personaje de Micòl. Algunas investigaciones arrojan una hipótesis sobre quién podría habría sido Micòl en la vida real. Se trataría de Caterina Tumiati, hermana de la escritora Rosedal Tumiati. Sin embargo, los datos al respecto son demasiado escasos. Por su parte, Giorgio Bassani jamás afirmó que la novela fuese auto-referencial.

Conclusión

La novela constituye un relato conmovedor por el drama que atraviesa tanto al protagonista, como a los Finzi-Contini, y a la Comunidad Judía en su conjunto. Tras leer las primeras líneas, el lector intuye que el final será trágico para casi todos los personajes a causa del genocidio nazi. La historia de amor entre Micòl y el protagonista, sin dejar de ser dramática, el vínculo entre éste último con el resto de los integrantes de la familia Finzi-Contini, como también su amistad con Giampero Malnate, representan los únicos matices de ternura e inocencia en una narración en la cual la desdicha ensombrece el placer que de la lectura se desprende. La exposición de los eventos históricos que precedieron al estallido de la Segunda Guerra Mundial, entrelazados con las vivencias de cada personaje, expresan el constante estado de incertidumbre y abatimiento en el que éstos se encontraban inmersos, así como la imposibilidad de vislumbrar un atisbo de esperanza. El libro es un documento histórico de la situación que regía en Europa en la época en la que está ambientada la novela; y es también, a la vez, una clara descripción de la forma en la cual pueden florecer y extinguirse las relaciones de amor y amistad sin que podamos prevenir una situación o la otra.

Referencias

[1] La Repubblica. La vera storia dei Finzi-Contini [La verdadera historia de los Finzi-Contini]. Recuperado de https://ricerca.repubblica.it/repubblica/archivio/repubblica/2008/06/13/r2-la-vera-storia-dei-finzi-contini.html

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