
Entrevistador: Buenas noches, una vez más, a nuestra querida audiencia. En este programa, que se llama «Y usted, ¿qué piensa?», tenemos, en el día de hoy, como invitados a dos escritores notables que se han caracterizado por sus grandes obras que se encuadran, algunas de ellas, dentro del género de literatura gótica, y otras, dentro del género de literatura policial. Con ustedes, Edgar Allan Poe, y Gastón Leroux. (A sus invitados) Señores, bienvenidos. ¿Cómo se encuentran?
Gastón Leroux: Perfectamente, muchas gracias.
Entrevistador: Y, ¿usted, estimado Edgar?
Edgar Allan Poe: Tenga la bondad de disculparme. Creí ver un cuervo volando dentro del estudio.
Entrevistador (atemorizado): ¿Un cuervo…?
Gastón Leroux: ¡Oh! No se preocupe usted. No haga caso de lo que acaba de decir Edgar. Ya sabemos de sobra que tiene cierto afecto por esas criaturas. Se podría decir que él mismo las atrae. Si hay un cuervo dentro del estudio, probablemente éste será inofensivo. El pobre pájaro sólo pretende estar en compañía de nuestro amigo.
Entrevistador (con pánico creciente y una ridícula mueca de agonía): Comprendo, desde luego… Pero… Verán, siempre he experimentado un gran temor hacia los cuervos y…
Edgar Allan Poe (al cuervo. que finalmente sale de su escondite): Ven aquí, pequeña hermosura; ven aquí, eso es (el cuervo atraviesa el estudio volando y se sitúa, con sus garras, sobre el hombro de Poe). ¿No es precioso?
Entrevistador(ocultándose detrás de su silla): Encantador… Estimado Edgar, ha sido usted un escritor muy influyente para la corriente gótica del siglo XIX. Sin embargo, muchos, a causa de la naturaleza de su producción literaria, lo han acusado de ser una persona demente. ¿Qué piensa usted al respecto?
Edgar Allan Poe: Comprendo que algunos me consideren de esa manera. De hecho, «a veces estoy aterrorizado de mi corazón; de su constante hambre de lo que sea que quiera. La forma en que se detiene y comienza». Pero al margen de esto, si mi mente albergara algún tipo de locura, ¿qué importancia puede ello tener? «Los hombres me han llamado loco; pero la pregunta aún no está resuelta, si la locura es o no es la inteligencia más elevada; si mucho de lo glorioso, si todo lo profundo, no surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general».
Entrevistador: Comprendo.
Gastón Leroux: Estimado Edgar, no estará usted enamorado, ¿verdad?
Edgar Allan Poe: ¿Por qué lo pregunta, usted? Y, por lo demás, ¿cuál sería el problema de que ese fuese el caso?
Gastón Leroux: ¡Oh! Ninguno. Pero conocí un caso terrible. Se trataba de un joven caballero que «estaba loco de amor…, y por esa causa y también por otras muchas cosas, era capaz de todos los crímenes».
Entrevistador: ¿Se refiere usted al Fantasma de la Ópera?
Gastón Leroux: No. Pero lo que acabo de expresar se ajusta perfectamente al susodicho.
Entrevistador: Un personaje ciertamente curioso.
Gastón Leroux: Efectivamente, un personaje exquisito para la novela que desarrolle basándome en su leyenda, por llamarla de algún modo. Vera, «el fantasma de la ópera ha existido. No fue, como se creyó durante mucho tiempo, una invención de artistas, una superstición de empresarios, la creación medrosa del cerebro excitado de las señoritas del cuerpo de baile, de sus madres, de los acomodadores, de los empleados de la guardarropía y de la portería. Sí, ha existido en carne y hueso, aun cuando se le dio todas las apariencias de un verdadero fantasma, es decir, de una sombra».
Edgar Allan Poe: Discúlpeme, Gastón, he fallecido antes de que usted escribiera su novela. Lamento decir que no me encuentro convenientemente informado sobre el caso del Fantasma de la Ópera. He escuchado los rumores de la época, pero nada más.
Gastón Leroux: ¡No se preocupe! Gustosamente le hablaré al respecto.
Entrevistador: Cuéntenos, Gastón, un poco al respecto del Fantasma de la Ópera.
Gastón Leroux: Era un ser excepcional. «Atravesó la Europa de feria en feria, y fue a completar su extraña educación de artista y de ilusionista en la fuente misma del arte, entre los gitanos«. Su vida fue la de un ser desgraciado, a quien la sociedad obligó a vivir en un completo aislamiento. Sin embargo, la música fue su refugio; y dedicado a ella podría haberse repuesto al estigma que pesaba sobre él, si su corazón no se hubiese fijado en una mujer que no podría amarlo.
Entrevistador: Lo cual lo termina arrastrando a la muerte.
Gastón Leroux: El final de mi novela es abierto. Puede que haya escapado a tan fatídico final.
Edgar Allan Poe: De todas maneras, si esa hubiese sido su suerte, poco importaría. «Los límites que dividen la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, sombríos y vagos. ¿Quién dirá dónde termina uno y dónde comienza el otro?»
Entrevistador: Es un punto de vista interesante.
Gastón Leroux: Ciertamente. A decir verdad, es una historia trágica en todo sentido. El componente dramático está dado no sólo por la deformación de su rostro, la cual lo asemejaba a un monstruo, sino también por el carácter obsesivo del amor que profesaba hacia aquella joven cantante. Quizás es fue éste último factor el más decisivo para que la historia trascendiera como lo hizo.
Edgar Allan Poe: Un amor obsesivo, ¿dice usted?
Gastón Leroux: Sin duda. Se trataba de un ser que no podía vivir sin el objeto al que amaba. «El pecho le dolía como si se lo hubiesen abierto para sacarle el corazón. Sentía allí un vacío atroz, un vacío real que no podía calmarse hasta que pudiera colocar allí el corazón de Cristina. Son estos fenómenos de una psicología particular que, según parece, no pueden ser comprendidos sino por aquellos a quienes el amor ha asestado ese golpe que en el lenguaje corriente se llama el flechazo.»
Entrevistador (con un susto súbito, y aún detrás de la silla): Estimado Edgar, ¡su cuervo ha comenzado a volar por el estudio nuevamente! ¡Deténgalo!
Edgar Allan Poe: Es una criatura inofensiva, no hará nada. Me ha proporcionado una compañía tan grata durante estos minutos que no imagino mi vida de ahora en más sin ella. Hay algo…hay algo… No sabría cómo explicarle.
Gastón Leroux: ¿A qué se refiere?
Edgar Allan Poe: No he pensado como traducirlo en palabras. Pero pienso que lo más acertado sería decir que «en el amor desinteresado de un animal, en el sacrificio de sí mismo, hay algo que llega directamente al corazón del que con frecuencia ha tenido ocasión de comprobar la amistad mezquina y la frágil fidelidad del hombre natural».
Entrevistador (exacerbado): ¡Maravilloso! Lo que usted dice es, en verdad, ¡maravilloso! Pero su querido pajarraco ha comenzado a destrozar los cables y… ¡No! ¡No puede ser! ¡Se ha cortado la luz! Estimado Edgar…
Edgar Allan Poe: Déjelo, simplemente está jugando.
Entrevistador: ¡Pero Edgar…! ¡Esta es una verdadera catástrofe!
Gastón Leroux: Dígale eso a nuestro querido Fantasma de la Ópera.
Entrevistador: ¡Está destruyendo el estudio! Querido oyentes, nos vemos en la obligación de suspender la transmisión. Esperamos que hayan disfrutado la entrevista y volveremos a encontrarnos en…
TRANSMISIÓN INTERRUMPIDA