Entrevistador: Buenas noches a nuestra querida audiencia. Sean bienvenidos a un nuevo episodio de este programa que hemos dado en llamar “¿Y usted, qué piensa?”. En esta ocasión tenemos como invitados a tres destacados poetas de la literatura inglesa. Algunos de los temas que abordaremos serán la poesía como género literario, y el amor apasionado como musa inspiradora. Damas y caballeros, demos un cordial saludo a Lord Byron, Percy Shelley y John Keats. (Dirigiéndose a sus invitados) Señores, les agradezco que hayan aceptado nuestra invitación.
Lord Byron: Es un placer. Sin embargo, en mi caso particular, no tenía otra actividad a la cual asistir. Y debo decir que procuro acudir a la mayor cantidad de encuentros sociales que me sea posible. Es un mal del que no he encontrado la cura. Ha de saber, en honor a la verdad, que “si pudiera en todo ocasión ocupar mi tiempo leyendo un libro, nunca sentiría la falta de compañía alguna”.
Entrevistador: Estimado Byron, he leído una antología de poemas publicados bajo su autoría. Debe ser un honor llegar a ser un poeta prolífero como usted.
Lord Byron: “Es agradable, ciertamente, ver el nombre de uno impreso en una portada. Un libro es siempre un libro, aunque el mismo no contenga nada.”
John Keats: Sin duda, pues no deja de ser una creación estética, cuando menos. “Una obra de arte es siempre un gozo eterno. Su hermosura va en incremento; jamás pasará a la nada; antes conservará para nosotros una enramada tranquila, un descanso lleno de dulces sueños, salud, y un sosegado respirar” (el entrevistador llora mientras escucha los versos de Keats).
Percy Shelley: ¡Ya lo creo! Esto me recuerda una graciosa anécdota. ¿Byron, recuerdas acaso la obra que escribió tu doctor, el nunca bien ponderado John Polidori?
Lord Byron: ¡Por supuesto! Pero aquella tenía gran cantidad de palabras impresas en sus hojas, y mi nombre no figuraba en la encuadernación. No obstante, siempre se me adjudicó su autoría. ¡Pobre Polidori! Admito que jamás me tomé la molestia de corregir a aquellos que incurrían en tal error.
Percy Shelly: Lo sé perfectamente, mi estimado amigo.
Entrevistador: Caballeros, comencemos con la entrevista. Señor Shelley, ¿cómo definiría usted el amor?
Percy Shelley (con énfasis, parándose sobre su silla): “¿Qué es el amor? ¿Le preguntas al que vive qué es la vida? ¡¿Le preguntas al que reza quién es Dios?!”
Entrevistador (atónito): ¡Señor Shelley! ¡Tenga usted cuidado, podría caerse!
Lord Byron: ¡Oh! No se preocupe, le aseguro que nuestro amigo no habrá de sufrir ningún rasguño. ¿Verdad, querido Percy?
Percy Shelley (absorto en sus palabras): “… ¿Le preguntas al que vive qué es la vida?” Y ya que estamos en ello, “¿qué es la vida? Surgen pensamientos y sentimientos, con o sin nuestra voluntad, y empleamos palabras para expresarlos. Nacemos, y nuestro nacimiento no se recuerda y nuestra infancia se recuerda pero en fragmentos. Seguimos viviendo, y al vivir perdemos la aprehensión de la vida. Qué vanidad es pensar que las palabras pueden penetrar el misterio de nuestro ser” (el entrevistador vuelve a derramar lágrimas).
Lord Byron (aplaudiendo): ¡Bravo!
Percy Shelley (sentándose nuevamente en su asiento): Gracias, mi estimado amigo. Aún así, me gustaría responder la pregunta previamente formulada por nuestro entrevistador. Para ello, afirmó categóricamente que “el amor es un espíritu dentro de dos formas”.
John Keats: “…dos almas con un solo pensamiento, ¡dos corazones que laten al unísono!”
Entrevistador: Hermosas palabras, señores. Les agradezco las hayan compartido conmigo. Lord Byron, ¿cómo definiría el amor?
Lord Byron: No lo definiría en absoluto. No es posible hacerlo. Sin embargo, puedo decirle que atesoro con nostalgia mis amores de juventud.
Entrevistador: ¿Es eso cierto?
Lord Byron: Ciertamente. “Cuando la edad enfría la sangre y los placeres son cosa del pasado, el recuerdo más querido sigue siendo el último, y nuestra evocación más dulce, la del primer beso”.
Entrevistador (sacando un pañuelo del bolsillo para enjuagar sus lágrimas):¡Pura poesía!
John Keats: ¡Ciertamente! ¿Cómo podría ser de otra manera? “Si la poesía no nace espontáneamente como la hoja de un árbol, es mejor que no nazca de ningún modo.”
Percy Shelley: Efectivamente, especialmente teniendo en cuenta que “un poeta es un ruiseñor que se sienta en la oscuridad, y canta para alegrar su propia soledad con dulces sonidos”.
Entrevistador (aún conmocionado por la escena): Estimado Keats, usted ya ha dicho algunas palabras al respecto del amor, ¿podría agregar algo más?
John Keats: ¡Ay! ¡Si tan sólo pudiese hacerlo! He escrito numerosos versos sobre dicha temática, y sin embargo, en no pocas ocasiones, al momento de redactarlos, “me hallaba inmerso en mi propia soledad, y en consecuencia me veía en la necesidad de someterme a un continuo ardor de pensamiento, como único recurso literario”.
Entrevistador: ¿Podría explayarse al respecto?
Lord Byron (tosiendo): Curiosa circunstancia. ¿No es así, estimado John?. Por mi parte, jamás tuve ese percance.
Entrevistador: Lord Byron, cree usted que el señor Keats…
John Keats (obsequiando una mirada de odio a Byron; luego dirigiéndose al entrevistador): Usted se deleita con esta cuestión. No obstante, no hay nada de peculiar en ella. (Al público) “¡Habláis de Lord Byron y de mí; sin embargo, existe gran diferencia entre nosotros! Él describe cuanto observa, en tanto yo describo aquello que imagino. Mi quehacer es el más complejo.”
Entrevistador: ¿Qué opina usted sobre las declaraciones del señor Keats, estimado Byron?
Lord Byron: ¡Oh! ¡Olvídese de ellas! Le propongo, en cambio, proseguir con el tema del cual hablábamos. Considero que el mismo debería abordarse con cautela. Un hombre jamás amará como lo hace una mujer, por más enamorado que esté.
Entrevistador: ¿Qué quiere usted decir?
Lord Byron: “El amor del hombre es tan sólo uno de los tantos fragmentos de su vida; en cambio, para una mujer es su mismísima existencia”.
Entrevistador: Comprendo.
Lord Byron: Por otra parte, “en su primera pasión, la mujer está enamorada del ser amado; en todas las demás, sólo está enamorada del amor.”
Percy Shelley: ¡Dímelo a mí, querido amigo!
Lord Byron: Aún así, “el amor encontrará su camino, incluso a través de lugares donde ni los lobos se atreverían a entrar.”
Entrevistador: Estimados, ¿qué opinan ustedes sobre el matrimonio y la vida conyugal?
Lord Byron: “El matrimonio es al amor lo que el vinagre al vino. El tiempo hace que pierda su primer sabor.” De esta afirmación puede desprenderse todo cuanto pienso al respecto de la vida conyugal.
Entrevistador: Señor Shelley, me interesaría conocer su opinión.
Percy Shelley: ¡Es una calamidad!
Lord Byron: Desde luego, sobre todos para quienes entablan amistad con aquél desgraciado que ha decidido unirse en matrimonio con su enamorada. ¡Ya lo sabréis, amigos! “Nunca aconsejéis a un hombre que desconfíe de una mujer con la cual ya esté casado. Es demasiado tarde para él.”
Percy Shelley: Sin embargo, a pesar de todo, me atrevería a decir que todavía hay esperanza.
Lord Byron: ¿Así lo crees, estimado Percy?
Percy Byron: Querido amigo, me sorprende que lo preguntes. Por supuesto que estoy convencido de ello. ¿Podría ser de otra manera? Muchas veces he pensado en este concepto, y la vida misma me ha demostrado que no estoy equivocado. Estimado Byron, “si llega el invierno, ¿puede estar tan lejos la primavera?”.
Lord Byron: Jamás lo estará mientras se tenga una amante.
John Keats: ¡Qué romántico de tu parte, Byron!
Lord Byron: ¡Me haces reír, amigo mío! Quizás tengas razón. “A veces me pregunto si una vida tranquila, sin turbulencias, hubiera sido adecuada para mí; y, sin embargo, a veces la anhelo a pesar de mis reticencias.” ¡Caballeros! ¡Hemos estado charlando demasiado! Hacedme el honor de permitirme que les invite un trago. El café de la esquina, desgraciadamente, ostenta una bodega que carece de todo cuánto quisiera que tuviese; tendremos que conformarnos con lo que hayan de ofrecernos.
Percy Shelley: Mi querido amigo, siempre te estás entregando al placer de beber. Estimado John, ¿nos acompañas?
John Keats (poniéndose de pie): ¿Acaso tengo otra opción?
Entrevistador (con desesperación): Caballeros, ¿a dónde se dirigen? Aún no hemos terminado de grabar el programa…
Lord Byron: ¡Oh, no se preocupe! Volveremos antes de que hayan finalizado.
Entrevistador (mordiéndose las uñas): Aguarden… Caballeros… se los ruego… por favor, no se vayan…
Lord Byron, Percy Shelley y John Keats se retiran del estudio. El entrevistador oculta su rostro sobre su regazo. La luz del estudio se apaga. Los camarógrafos comienzan a desmontar sus equipos. De fondo, se escuchan alegres voces brindando, y el tintineo de las copas de vidrio al chocar entre sí. A su vez, un gemido se destaca entre aquél alboroto; un sollozo tenue pero desgarrador que se confunde con las palabras “Caballeros… regresen… por favor…”.
FIN DE TRANSMISIÓN